La era de Villalmanzo, años 50 |
Hemos hablado de
los avances, de los cambios, del progreso. Pero no seríamos honestos y no podríamos
apreciar este progreso en su justa medida, sino recordamos cómo era antes de
que todo esto empezara.
La entrada de hoy me
gustaría que fuera un pequeño homenaje a aquellos que nos precedieron, por sus
esfuerzos, por sus trabajos, pero también por su valentía al apostar por el
futuro, porque fueron capaces de dejar atrás toda una época y dar el salto
hacia lo desconocido, moviéndose, en la medida de sus posibilidades, para que
sus hijos tuvieran la vida más fácil. Me refiero a los agricultores...
Hoy en día las
labores del campo se han suavizado mucho gracias a la mecanización, pero
antiguamente era una vida muy dura y muy sacrificada. Mes tras mes, en todos
había algo que hacer. Resumiremos lo principal de estas tareas, pues el trabajo
de agricultor es complicado, dada la variedad de trabajos y conocimientos sobre
la naturaleza que su oficio requiere. Comenzaremos por la vendimia, esa que nos
trae el “churrillo” (el vino típico de nuestro pueblo) para darnos energía al
comenzar un nuevo ciclo de siembra. La vendimia se hacía siempre en octubre. Se preparaban los carros, los cestos de mimbre
para llenarlos con el fruto dorado, los lagares y las bodegas se dejaban bien
limpios y se organizaban las cuadrillas de vendimiadores. Había que esperar a
que el Ayuntamiento sacara un bando diciendo que día se empezaba. Se hacía así
porque, una vez llenos de uva los lagares, se repartía el mosto al mismo tiempo
y luego se podía entrar en las bodegas sin temor al “tufo”, que es el gas que
desprende el mosto durante su fermentación y su inhalación puede llegar a ser
mortal. A vendimiar iba toda la familia y se trabajaba de lo lindo. Pero
también había alegrías: los mozos del pueblo se divertían dando el “lagarejo”. Consistía
en ir a manchar a las chicas, preferentemente la
cara, con uvas tintas que
dejan más color.
Cargando odrinas |
Recogida toda la uva, se
transportaba a los lagares y se prensaba. Este proceso duraba varios días. Era
todo manual. Una vez hecho el mosto se cargaba en odrinas (recipientes de piel
de cabra) y se repartía a los propietarios.
En el otoño se
sembraban los campos con algarrobas, centeno, trigo y yeros. La cebada se hacía
en el mes de febrero por ser una variedad única llamada ladilla o caballar. Para
la siembra, primero se pasaba el Oliver
a las tierras con la pareja de machos, vacas o burros. El Oliver era un madero
del que tiraban los machos y, en la parte trasera, tenía una reja. Luego el
agricultor, con un saco atado al cuerpo, esparcía la simiente. Para limpiar la
simiente y prevenir enfermedades se diluía piedra lipe en agua y se asperjaba
sobre la simiente.
En invierno había
menos faena. En los años cincuenta mucha gente se dedicaba a recoger silvestres
de vid para hacer plantas y poner viveros: así, al año siguiente, plantaban
algunas viñas. Se podaban las viñas, y luego se sarmentaban. Con los sarmientos
se hacían manojos y se ataban con vencejos (paja de centeno seca). También en
esta época se cortaba leña de monte: cada uno disponía de una o varias suertes
de monte.
Ya en febrero se
hacían las hoyas, para preparar la plantación de viñas: era para su aireación. La
plantación era en marzo. En las huertas se realizaba una segunda labor de
movimiento de la tierra y se comenzaba a plantar. También se sembraban los
titos.
Con la primavera el
escardar: quitar los cardos y malas hierbas del sembrado. Se hacía a mano y
solían ir las mujeres. Se sembraba la patata y los garbanzos. Se vigilaban los
campos que ya verdeaban, florecían los frutales y brotaban las viñas.
Llegando el verano
volvían los trilleros, pues había que arreglar los trillos, siempre faltaba alguna piedra o había que cambiar alguna. De madrugada se iba
a pelar las algarrobas, yeros, garbanzos (se hacía mejor con el rocío). Era lo
primero que se trillaba para poder vender la paja para pienso de ovejas y vacas
y además ese dinero ayudaba a pasar el verano.
El sistema de
cultivo era el barbecho, así que había que hacinar las tierras (pasar el
arado).
A mediados de julio
comenzaba lo más duro: primero el segar. Para esta faena la única protección
era la zoqueta (instrumento de madera para proteger los dedos). Se
hacían morenas, iban de madrugada y se acarreaban para llevarlas a la era,
donde las trillaban. Al final del día se emparvaba y al día siguiente a por
más. Cuando acababan con la cebada continuaban con el trigo, en una serie de
trabajos manuales que duraban todo el verano. En septiembre se aventaba con el
bieldo o con las beldadoras, buscando siempre el viento norte, con esta faena
se separaba el grano de la paja, luego se introducía el grano en sacos, se
cargaban en el carro y se llevaban a casa.
Hoy en día, con las
modernas máquinas, estos trabajos se han simplificado muchísimo, y algunos han
desaparecido. Las cosechadoras evitan la siega, el acarrear para trillar, la
trilla, el aventar e, incluso el meter el grano en los sacos para llevarlo a
casa. No obstante, el trabajo en el campo aún requiere trabajar duro y mucha,
mucha vigilancia.
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