jueves, 9 de abril de 2015

UNA MIRADA EN EL RECUERDO


La era de Villalmanzo, años 50

Hemos hablado de los avances, de los cambios, del progreso. Pero no seríamos honestos y no podríamos apreciar este progreso en su justa medida, sino recordamos cómo era antes de que todo esto empezara.
La entrada de hoy me gustaría que fuera un pequeño homenaje a aquellos que nos precedieron, por sus esfuerzos, por sus trabajos, pero también por su valentía al apostar por el futuro, porque fueron capaces de dejar atrás toda una época y dar el salto hacia lo desconocido, moviéndose, en la medida de sus posibilidades, para que sus hijos tuvieran la vida más fácil. Me refiero a los agricultores...

Hoy en día las labores del campo se han suavizado mucho gracias a la mecanización, pero antiguamente era una vida muy dura y muy sacrificada. Mes tras mes, en todos había algo que hacer. Resumiremos lo principal de estas tareas, pues el trabajo de agricultor es complicado, dada la variedad de trabajos y conocimientos sobre la naturaleza que su oficio requiere. Comenzaremos por la vendimia, esa que nos trae el “churrillo” (el vino típico de nuestro pueblo) para darnos energía al comenzar un nuevo ciclo de siembra. La vendimia se hacía siempre en octubre.  Se preparaban los carros, los cestos de mimbre para llenarlos con el fruto dorado, los lagares y las bodegas se dejaban bien limpios y se organizaban las cuadrillas de vendimiadores. Había que esperar a que el Ayuntamiento sacara un bando diciendo que día se empezaba. Se hacía así porque, una vez llenos de uva los lagares, se repartía el mosto al mismo tiempo y luego se podía entrar en las bodegas sin temor al “tufo”, que es el gas que desprende el mosto durante su fermentación y su inhalación puede llegar a ser mortal. A vendimiar iba toda la familia y se trabajaba de lo lindo. Pero también había alegrías: los mozos del pueblo se divertían dando el “lagarejo”. Consistía en ir a manchar a las chicas, preferentemente la
Cargando odrinas
cara, con uvas tintas que dejan más color.
Recogida toda la uva, se transportaba a los lagares y se prensaba. Este proceso duraba varios días. Era todo manual. Una vez hecho el mosto se cargaba en odrinas (recipientes de piel de cabra) y se repartía a los propietarios.
En el otoño se sembraban los campos con algarrobas, centeno, trigo y yeros. La cebada se hacía en el mes de febrero por ser una variedad única llamada ladilla o caballar. Para la siembra, primero se pasaba el Oliver a las tierras con la pareja de machos, vacas o burros. El Oliver era un madero del que tiraban los machos y, en la parte trasera, tenía una reja. Luego el agricultor, con un saco atado al cuerpo, esparcía la simiente. Para limpiar la simiente y prevenir enfermedades se diluía piedra lipe en agua y se asperjaba sobre la simiente.
En invierno había menos faena. En los años cincuenta mucha gente se dedicaba a recoger silvestres de vid para hacer plantas y poner viveros: así, al año siguiente, plantaban algunas viñas. Se podaban las viñas, y luego se sarmentaban. Con los sarmientos se hacían manojos y se ataban con vencejos (paja de centeno seca). También en esta época se cortaba leña de monte: cada uno disponía de una o varias suertes de monte.
Ya en febrero se hacían las hoyas, para preparar la plantación de viñas: era para su aireación. La plantación era en marzo. En las huertas se realizaba una segunda labor de movimiento de la tierra y se comenzaba a plantar. También se sembraban los titos.
Con la primavera el escardar: quitar los cardos y malas hierbas del sembrado. Se hacía a mano y solían ir las mujeres. Se sembraba la patata y los garbanzos. Se vigilaban los campos que ya verdeaban, florecían los frutales y brotaban las viñas.
Llegando el verano volvían los trilleros, pues había que arreglar los trillos, siempre faltaba alguna piedra o había que cambiar alguna. De madrugada se iba a pelar las algarrobas, yeros, garbanzos (se hacía mejor con el rocío). Era lo primero que se trillaba para poder vender la paja para pienso de ovejas y vacas y además ese dinero ayudaba a pasar el verano.
El sistema de cultivo era el barbecho, así que había que hacinar las tierras (pasar el arado).
A mediados de julio comenzaba lo más duro: primero el segar. Para esta faena la única protección era la zoqueta (instrumento de madera para proteger los dedos). Se hacían morenas, iban de madrugada y se acarreaban para llevarlas a la era, donde las trillaban. Al final del día se emparvaba y al día siguiente a por más. Cuando acababan con la cebada continuaban con el trigo, en una serie de trabajos manuales que duraban todo el verano. En septiembre se aventaba con el bieldo o con las beldadoras, buscando siempre el viento norte, con esta faena se separaba el grano de la paja, luego se introducía el grano en sacos, se cargaban en el carro y se llevaban a casa.

Hoy en día, con las modernas máquinas, estos trabajos se han simplificado muchísimo, y algunos han desaparecido. Las cosechadoras evitan la siega, el acarrear para trillar, la trilla, el aventar e, incluso el meter el grano en los sacos para llevarlo a casa. No obstante, el trabajo en el campo aún requiere trabajar duro y mucha, mucha vigilancia.

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