HISTORIA DE VILLALMANZO
De época prehistórica se han encontrado diseminados por su Término municipal, diferentes instrumentos líticos: bifaces, fragmentos de cuchillos de sílex... que nos indican que, al menos desde el Paleolítico Medio, estas tierras eran visitadas por homínidos, tal vez dedicandose a una caza oportunista o como lugar para la fabricación de esos utensilios de sílex...
De época prehistórica se han encontrado diseminados por su Término municipal, diferentes instrumentos líticos: bifaces, fragmentos de cuchillos de sílex... que nos indican que, al menos desde el Paleolítico Medio, estas tierras eran visitadas por homínidos, tal vez dedicandose a una caza oportunista o como lugar para la fabricación de esos utensilios de sílex...
A esto hay que añadir el hallazgo de una necrópolis de inhumación
individual perteneciente a la Edad del Bronce. En 1970, D. Andrés Villanueva,
durante unos trabajos de extracción de arcilla en su propiedad, puso al
descubierto cinco sepulturas. Dos de estos enterramientos se encontraron en el
interior de grandes tinajas de cerámica y los otros tres, eran cistas de lajas
de piedra. En el interior de una de las tinajas había un ajuar, consistente en
un puñal de lengüeta de bronce (datado en el 2000-1600 a.C.) y un vaso
conquiforme, de cerámica lisa. (actualmente se pueden ver en el museo de
Burgos).
Otros restos aparecidos por el término municipal, nos hacen
avanzar en el tiempo y situarnos ya en época histórica. Por ejemplo, el que
señala D. Diodoro Merino en su libro "Villalmanzo: historia y héroe",
un fragmento de molino redondo, típico de época romana.
No obstante estos hallazgos, nada nos demuestra que en este lugar
hubiera asentamientos continuos desde la Prehistoria.
En cuanto al pueblo actual, desconocemos la fecha exacta de su
fundación. La primera vez que encontramos en un documento escrito el nombre de
Villalmanzo es en la carta-puebla y fueros dados a la villa de Lerma por el
emperador Alfonso VII (Avila, 7 de mayo de 1148), aparece en dicho documento
como "Villa Manço" y se le señala dentro del alfoz de esta
villa de Lerma. Sin embargo, sabemos que su fundación tuvo que ser anterior, al
igual que el resto de pueblos de la zona, pues la repoblación de estas tierras
se remonta a los siglos IX Y X. Con Ordoño I y al principio del reinado de
Alfonso III se extiende la repoblación a la cuenca del Arlanza y para su
defensa surgen fortificaciones como las de Tornadijo y Torrecilla del Monte que
se unen a las ya existentes a lo largo del río: Torremoronta, Palenzuela,
Torrepadre, Tordómar, Tordable, Castrillo de Solarana, Tordueles, Castrozeniza
y Covarrubias. Bajo estas defensas, se irá repoblando Castilla, a ella vendrán
cántabros, vascos, astures y gallegos.
Las primeras repoblaciones fueron en la forma de presura o
espontánea ocupación de una tierra sin amo. Con Ordoño I se puede hablar de una repoblación
oficial, el rey era quien designaba a las personas encargadas de la repoblación
(normalmente, parientes suyos, condes...). En el siglo X, se emplea otra forma:
las cesiones "ad populandum", se efectúan sobre tierras del rey, de
instituciones religiosas o de particulares, y las llevan a cabo grupos de
emigrantes provenientes del norte o mozárabes del sur.
Otro documento en el que se menciona el pueblo data de septiembre
de 1318, Alfonso XI favorece a la
villa de Lerma y sus aldeas, disminuyendo el número de pecheros, con ocasión de
los graves perjuicios sufridos por las gentes de estos términos durante la
rebelión de D. Juan Núñez de Lara. En el documento se estipula que de los 162 pecheros
que estaban encabezados, se bajaran a 100, de tal manera que:
"...tengo por bien que se partan en la
villa e en las aldeas en la manera que aquí dirá:
La villa de Lerma de los
sesenta y seis que tenían en cabeça fasta aquí, que finquen en cabeça por
treynta e siete pecheros.
Villamanço: de los
quarenta e ocho pecheros que tenían fasta aquí, que finquen de aquí
adelante en los veynte e ocho pecheros...".
El Becerro de las Behetrías de Castilla, es una de las fuentes
principales con las que contamos para rehacer la historia de nuestros pueblos.
Fue mandado realizar por Pedro I en 1352. En él se relaciona el estatus de cada
población, es decir, si eran de realengo, abadengo, solariegas o behetrías
(libres) y los tributos a los que estaban obligados.
Villalmanzo aparece reflejado en él como aldea de Lerma y los
tributos que soportaba eran:
VILLALMANZO
Este
logar es aldea de Lerma e es de don Nunno
Derechos
del Rey
Pagan
al Rey servicios e monedas, e non pagan fonsadera
Derechos
del Señor
Dan de
martiniega al dicho don Nunno cada anno quatrocientos e dos maravedís. Fanle de
infurción al dicho don Nunno el que ha quantía de tresientos maravedís, seys
celemines de cebada e una cantara de vino acomo vale lo primero que se vende en
el logar.
Así pues, vemos que al rey pagaban dos impuestos: servicios y
monedas. Ambos fueron creados como contribuciones extraordinarias que imponían
los reyes con ocasión de hechos importantes para la nación, pero en el siglo
XII se acabaron convirtiendo en anuales. En cuanto a la fonsadera, este era un
tributo que pagaban al rey los que no iban a la guerra.
Al señor pagaban otros dos: la martiniega, tributo que se pagaba
en razón de la tierra y heredad. Se llamaba así porque se pagaba el día de San
Martín. La infurción, impuesto que se pagaba por cada casa a los señores de
lugares y tierras. Se cobraba en especie o a veces en dinero.
Si bien, estos tributos no eran los únicos que tenían que
soportar, estaban también las alcabalas, un impuesto sobre el comercio que se
cobraba tanto sobre bienes muebles como inmuebles. Las Cortes se lo concedieron
en 1342, a Alfonso XI por un período de tres años, pero en 1349 le fue cedido a
perpetuidad por lo que se convirtió en permanente. Otro impuesto era el diezmo,
que lo cobraba principalmente la Iglesia, aunque también participaban de él el
rey y el señor. Estos eran los impuestos más importantes, pero aún había otros,
como el portazgo: derechos de entrada, carga o descarga de mercaderías en las
villas. El pontazgo, por el pasaje de puentes y caminos públicos…
Al tema de los tributos habría que añadir, el asistir a las
guerras teniendo que abandonar los trabajos en las tierras o los abusos e
injusticias de los señores que no pocas veces surgen. Así es difícil imaginar cómo
lograron sobrevivir nuestros antepasados, pero lo hicieron. Supieron luchar
contra las injusticias, en los más de los casos, aferrándose a la ley. De ahí
que en la documentación antigua encontremos cientos de pleitos. Tampoco era
fácil este sistema, pues la primera instancia se hacía ante el señor, por lo
que aún en el supuesto de que se ganara, era seguro que habría apelación. Pero
apelación, tras apelación se fueron dando pequeños pasos, aunque este proceso
duró siglos.
Testimonios de estos pleitos quedan en todos los pueblos de la
zona, pues era frecuente que se unieran varios concejos cuando la lucha atañía
a las tierras comunales, los hay también de particulares y otras veces por un
solo concejo. La mayoría con un denominador común, los poderosos señores que
gobernaron Lerma. La causa: defender las tierras, los pastos o el ganado y, a
veces, el derecho a gobernarse a sí mismos. Para Villalmanzo destacaremos uno,
por cuanto sobresale en sus características: es la lucha de nuestros
antepasados por librarse del yugo del señor y defender ese derecho a gobernarse
según su costumbre, es la lucha por la libertad. Se trata del pleito entre
Villa Manzo y D. Luis de Rojas, Marqués de Denia.
En 1534 el Concejo toma la resolución de pleitear contra el
marqués. El juicio no se resolverá hasta 1537, a favor de Villalmanzo. Para
entender cómo se produce hay que remontarse en el tiempo. Todo comienza cuando
Diego de Sandoval y Rojas recibe de Fernando de Antequera, ya rey de Aragón, tras el compromiso de Caspe, la villa de Lerma con todo su alfoz (18 de julio
de 1412). La dona con todo derecho, pues la villa, si bien había pertenecido a
la familia de los Lara, pasó a ser de realengo en 1369 al ser coronado Enrique
II, pues éste había casado en 1350 con Juana Manuel (nieta de Juan Núñez de
Lara, y por tanto heredera de Lerma). A partir de aquí, comienza un largo
período de vasallaje, las más de las veces opresivo, a esta familia de los
Sandoval y Rojas. Diego de Sandoval y sus descendentes ejercieron un señorío
jurisdiccional que se vio reforzado con los Reyes Católicos, quienes les
concedieron el cobro de los impuestos reales, alcabalas, tercias y moneda
forera. Por los diversos pleitos que se interponen en su contra, sabemos que
ejercieron su dominio con excesivos abusos. Con Luis de Rojas la presión llega
al extremo, siendo que en el pleito del que hablamos, Villalmanzo llega a
exponer: …”ni los esclavos lo podrían sufrir, por lo que si así habría de ser,
dejarían el pueblo y sus haciendas y se irían a pedir por Dios”. Tremenda esta
afirmación, ya que en esta época, el irse a la aventura de los caminos
significaba la enfermedad y la muerte.
Entre los abusos, podemos destacar a modo de resumen:
–
El aumento impositivo en 3500
maravedís anuales.
–
Por Navidad se ven obligados a
dar un presente de dos corderos, muchos conejos y gallinas.
–
Estanca la venta del vino hasta
que no se ha vendido todo el suyo.
–
Dispone de las carretas, mulos
y peones de sus vasallos a su antojo, tanto para sus molinos como para
transportar pan o leña del propio monte del concejo de Villalmanzo para su
venta en Burgos.
–
Utiliza acémilas y peones para
mandar sus mensajes.
–
Por si esto fuera poco, también
invade el derecho a tomar las varas a los alcaldes de Lerma y a que nombren
ellos los alcaldes.
Así las cosas, cómo no defenderse. No obstante la justicia era
lenta y el juicio no se resuelve hasta 1537, sin embargo, parece que
Villalmanzo tuvo que insistir en su pleno cumplimiento, ya que el documento del
que está sacada esta información termina así: “En 1582 fue intimada esta carta
ejecutoria de su majestad a Benito de Roa alcalde, el cual la obedeció”.
(Archivo Municipal de Villalmanzo, Sig.926).
Como sabemos, el dominio de los Sandoval culmina en 1599, cuando
Francisco Gómez de Sandoval y Rojas logra obtener el título de Duque de Lerma.
Si bien, aquí debemos mencionar también las cosas positivas, D. Francisco logró
llevar la Corte de recreo a su palacio de Lerma, a ella acudieron grandes
personajes y artistas (Lope de Vega, el Duque de Saint-Simón…), lo que no solo
fue en engrandecimiento de esa villa sino también, del alfoz, pues en los
grandes acontecimientos muchos de los visitantes debían alojarse en las
poblaciones vecinas, por falta de espacio en Lerma, es el caso de nuestro
pueblo que en ocasiones acogió ilustres visitantes.
Pero de esto hablaremos
otro día y contaremos alguna anécdota.
Prosiguiendo con nuestros retazos de historia, es hora de hablar
de la fuente que más datos proporciona sobre la villa:
El Catastro del Marqués de
la Ensenada:
Fernando VI quiso realizar
una gran reforma fiscal, consistente en unificar todas las complicadas rentas
provinciales en un solo impuesto, la llamada Única Contribución, a través de la
cual, cada uno contribuiría en proporción a lo que tenía. Para ello se hizo una
investigación que diera a conocer todos los bienes de los vasallos (incluida
nobleza y clero) y de todos los lugares. Así pues, el Catastro son las
declaraciones de bienes de los titulares y la comprobación de la veracidad de
las respuestas por parte de la Administración, para lo cual, envió peritos y
técnicos. Todo se recogió en libros, con minuciosa escrupulosidad, recogiendo
certificados, títulos… que acreditaran lo declarado. Por todo ello, los datos
obtenidos se consideran bastante fiables.
Una de las partes de este Catastro son las llamadas Respuestas
Generales (interrogatorio de cuarenta preguntas: nombre del lugar,
jurisdicción, extensión, tipos de tierras, tributos…), que constituyen una
fuente exhaustiva de información sobre los pueblos de la Corona de Castilla
para el siglo XVIII. Se realizaron entre 1750 y 1754. A Villalmanzo le tocó el
turno el 20 de mayo de 1752. Dada su extensión haremos un resumen destacando
los datos más importantes para conocer el pueblo y su situación en aquella
época:
Su nombre es Villalmanzo, es un pueblo de señorío y pertenece al
Duque del Infantado (Era el Señor, ya que Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza,
VIII duquesa del Infantado, heredó el Ducado de Lerma a la muerte de su medio
hermano, Diego Gómez de Sandoval en 1668, aunque tuvo que pleitear con el Duque
de Medinaceli hasta 1677 en que se falló a su favor), a quien pagan por yantar
y martiniega 11 reales y 26 maravedís y por infurción, 430 reales anualmente.
Los demás derechos, a excepción de las alcabalas, se pagan en las arcas reales
de la ciudad de Burgos.
Ocupa, de Norte a Sur, cinco cuartos de legua y, de levante a
poniente, lo mismo; su circunferencia tendrá 6 leguas. Tienen acción común de
pasto con os 13 lugares de la Comunidad de la Villa de Lerma en un término que
llaman los Bardales y Enebrales.
La mayoría de sus tierras son de secano, aunque hay algunas
huertas y también viñas, pastos, montes, estepares y eras. Las huertas y las
viñas producen sin intermisión, pero lo demás al tercer año. La calidad de las
huertas es buena, pero en las tierras y viñas se dan tres calidades, buena,
mediana e inferior. No poseen plantío de árboles frutales, solo algunos de poca
consideración en las huertas.
La pregunta novena del interrogatorio dice: “De qué medidas de
tierra se usa en aquel pueblo: de quantos passos, ó varas castellanas en quadro
se compone: qué cantidad de cada especie de granos, de los que se cogen en el
término, se siembra en cada una”. Se complementa con la siguiente pregunta, que
pide: “Qué número de medidas de tierra habrá en el término, distinguiendo las
de cada especie y calidad”.
Los vecinos dicen que en Villalmanzo no han estilado medir en
varas, pero llaman fanega a una medida de tierra que al parecer hará como 150
varas en cuadro.
Para mayor comodidad, la siembra y la producción, así como los
precios, los hemos reflejado en tablas:
SIEMBRA DE LAS TIERRAS
|
|||
AÑOS
|
1ª CALIDAD
|
2ª CALIDAD
|
3ª CALIDAD
|
1º AÑO
|
1fan. de trigo
|
8cel. Centeno
|
8del. Centeno
|
2º AÑO
|
1,5fan.Cebada
|
Descansa
|
Descansa
|
3º AÑO
|
1,5fan.cebada
|
1,5fan.cebada
|
8cel. Avena
|
PRODUCCIÓN EN 1752
|
|||
TIERRAS DE SECANO (producción. De 1 fanega)
|
VIÑAS
|
||
1º AÑO
|
3ºAÑO
|
(Un Obrero)
|
|
1ªCALIDAD
|
6fan. Trigo
|
10fan.Cebada
|
10cánt. Vino
|
2ªCALIDAD
|
4fan.Centeno
|
7fan.Cebada
|
6,5cánt. Vino
|
3ªCALIDAD
|
3fan.Centeno
|
3fan. Avena
|
3cánt. Vino
|
Las huertas, que son solo para el consumo de sus dueños, estiman
puedan producir 100 reales anualmente. La fanega de era, que sólo sirve para
trillar, la estiman en 12 reales al año. En cuanto a los montes, pastos, erales
y estepares, no producen; solo es para el consumo de los vecinos de corta
Proción que de ello salen y los pastos solo para el ganado de los vecinos.
Los precios de los productos reflejados en el Catastro los hemos
colocado en una tabla. No obstante, a estos productos hay que añadir también la
miel y la cera que producían 57 pies de colmenas. El precio estimado de cada
pie respecto de miel y cera era de 5 reales.
ÍNDICE DE PRECIOS
|
|
1 fan. TRIGO
|
15 REALES
|
1 fan. CENTENO
|
10 REALES
|
1fan. CEBADA
|
7 REALES
|
1 fan. AVENA
|
4 REALES
|
1 CÁNTARA DE VINO
|
4 REALES
|
1 CIRUELO
|
1 REAL
|
1 PERAL
|
2 REALES
|
1 GUINDAL
|
2 REALES
|
En cuanto a ganadería, declaran que en el pueblo no hay cabaña ni
yeguada que paste fuera de sus términos y, a continuación, se enumeran todos
los vecinos con el número y especie de cabezas de ganado que cada uno tiene. En
esta lista aparecen también las cofradías que poseían cabezas de ganado. En
general, son rebaños pequeños y animales para la labranza i tiros de carretas.
ÍNDICE DE PRECIOS DEL GANADO
|
|
YEGUA
|
60 REALES
|
MULATA
|
200REALES (con muleto 120)
|
OVEJA
|
3 REALES
|
CORDERO
|
MEDIO REAL
|
BORRO
|
3 REALES
|
CARNERO
|
4 REALES
|
CABRA
|
2 REALES
|
CABRITO
|
MEDIO REAL
|
REGUEDO/A
|
2 REALES
|
MACHO CABRÍO
|
8 REALES
|
CERDA
|
75 REALES
|
VACA
|
50 REALES
|
NOVILLO/A
|
44 REALES
|
JATO
|
10 REALES
|
Esta es la riqueza y producción del pueblo. Pero como ya vimos
anteriormente, a esto hay que deducir los impuestos o tributos que pagaban, y
entre ellos el llamado diezmo. El catastro nos refiere las cantidades que sobre
este impuesto tenían que pagar los vecinos: “Es práctica diezmar de todos los
frutos que se cogen en este pueblo como
así mismo de corderos, queso, pollos y demás que llaman menudos”.
Los diezmos en Villalmanzo: Cada vecino que cogía pan daba por razón de primicias (impuesto que se pagaba además del diezmo), 3 celemines
de cada especie, que recibían a partes iguales, D. Tomás de Madrigal y D. Mateo
Ruiz (curas del lugar). Después se dividían los diezmos en el hórreo común,
haciéndose tres partes: la primera la llevaban los beneficiados de este pueblo
(en este momento había cuatro curas). La segunda parte era para la Iglesia
Catedral de la ciudad de Burgos por tercio
diezmo. La tercera, a su vez, se dividía en tres partes: dos de ellas la
percibía el Duque de Medinaceli por tercias
reales (tenía arrendado el cobro de la parte que le correspondía al Rey) y,
la otra, la llevaba la fábrica de la iglesia de este lugar por su noveno. No obstante, antes de hacer esta
división, se sacaban 4 fanegas de trigo, 4 de centeno y 36 cántaras de vino
para los curas beneficiados por razón de clavería
(por encargarse de la recaudación y distribución del diezmo) y otra cantidad,
en especie, para la fábrica de la iglesia, por razón da jaraíz y trojes y 4
fanegas de trigo y 4 de centeno que percibía Pedro Arribas por sacristán.
Cada uno de estos tercios del diezmo ascendía al año a 55 fanegas
y tres cuartillos y medio de trigo; 89 fanegas, 3 celemines y cuartillo y medio
de centeno; 11 fanegas y 3 celemines de avena; 508 cántaras y 6 cuartillos de
vino; 743 reales y 14 maravedís de los menudos; más las primicias a los curas
que eran, 9 fanegas de trigo, 12 de centeno, 14 de cebada y 5 de avena.
Las alcabalas: las percibía el Duque de Medinaceli, quien las tenía en
administración, y que ascendían a 3.259 reales.
Ingresos de la villa: parte del derecho de
cientos (tributo de un tanto por ciento, no más del 4, sobre las cosas que
se vendían y pagaban alcabala), que ascendía a 944 reales y 14 maravedís. También
tenía el cuarto del fiel medidor, que
sumaba al año 1.372 reales y 20 maravedís.
La taberna (en esta fecha la llevaba Manuel Ordoñez) daba a la
villa 4.100 reales, de los que pagaban 3.445 reales de sisas (impuesto que se cobraba sobre géneros comestibles). Del
mesón de Martín de Adrián sacaba el Concejo 53 reales anuales, de los que 33
servían para el pago de cientos y los
20 restantes para el de alcabalas. De la tienda de abacería de aceite y pescado
que proveía Joseph de Alonso (vecino de Lerma), 300 reales que se invertían el
el pago de alcabalas. De la carnicería de Pedro Serrano, 600 reales que eran
para el pago de sisas.
Otros gastos del Concejo: una casa hospital destinada a recoger
los pobres que transitaban y de la que no se especifica a cuanto ascendían los
gastos (suponemos que porque variaban según los años y las circunstancias). Al sacristán
(aparte de lo que pervivía de la fábrica de la iglesia) el Concejo le daba 8
fanegas de trigo. Al maestro, le pagaba el Concejo 85 reales, el resto lo
cobraba de los vecinos, 48 fanegas de trigo y centeno por mitad.
El Catastro también proporciona otros datos muy interesantes, como
el relativo al número de habitantes. Nos dice que hay 125 vecinos, incluidos 4
habitantes y 22 viudas. Sin pretender hacer un estudio demográfico, sino
simplemente aproximarnos al número de habitantes a mediados del siglo XVIII,
podemos acudir a un coeficiente de conversión de 4 habitantes por vecino (las
corrientes historiográficas modernas parece ser que defienden la aplicación de
este coeficiente).
El Catastro también recoge, algo imprescindible para conocer
nuestros pueblos, los oficios que se
desempeñaban en el pueblo, que aparte de los ya mencionados (tabernero, maestro…),
eran:
–
Un cirujano: Juan Merino, a
quien dan los vecinos 70 fanegas de trigo, 140 reales, 2 carros de paja y 2 de
leña. Tiene un hijo que le sirve de mancebo en el oficio.
–
Tres tratantes de abarcas.
–
11 tejedores: 5 de lino y 6 de
lana.
–
1 sastre
–
2 zapateros
–
2 herreros
–
1 herrador, con un hijo mayor
que le sirve de mancebo
–
2 carreteros
–
8 pastores
–
2 guardas de campo
–
1 guardia de monte
–
38 labradores de profesión, 4
mixtos que se emplean 30 días a jornal
–
39 jornaleros
–
4 pescadores
En total, a lo largo de sus páginas, hemos contado 24 oficios,
aunque es de suponer que había algunos más, por ejemplo: el de sirvienta (los
clérigos, es de suponer que las podían tener). Está también el de organista,
oficio que recogen los libros de fábrica, (al menos desde 1.613). En cualquier
caso, apreciamos que es un pueblo en progreso, con un buen número de oficios
que proporcionaban servicios básicos y no tan básicos a sus habitantes, síntoma
de comodidades y de una situación estable. Tal vez, gracias a ello, será por lo
que podrá superar los acontecimientos a los que se verá abocado en el siguiente
siglo.
El siglo XIX
El siglo XIX va a
ser el testigo de uno de los peores episodios en la historia de Villalmanzo. Todo
comienza tras el Tratado de Fontaineblau (27 de octubre de 1807) que permitió
la entrada de las tropas francesas en España con la excusa de atacar Portugal.
Así, desde principios de 1808, por su situación estratégica como vía de
comunicación con Francia, Lerma y los pueblos de su alrededor, se vieron desbordados
por las tropas francesas. En febrero eran 2.500 franceses en su suelo, lo que
para poblaciones tan pequeñas significaba un gran sacrificio que sobrepasaba
sus posibilidades. Hay que tener en cuenta que las tropas francesas se
trasladaban sin ningún tipo de provisiones, era la máxima de Napoleón: donde
llegaban, debían de surtir a su ejército. Se abastecían del suelo que pisaban,
y esto no solo se refería a la comida, iba desde una simple manta hasta
vehículos de transporte. Siendo así las cosas, siempre se producían altercados
con la población autóctona, y esto fue lo que pasó en nuestro pueblo ya con la primera
llegada de estas tropas: Martín Cogollos y su hijo Jacinto no guardan el “bando
de buen gobierno y mejor unión” dictado por las autoridades españolas para
acoger a esas tropas francesas que venían como “amigos”. Martín se convertirá
así en uno de los primeros héroes de esta guerra.
Pero si en febrero
la zona ya estaba desbordada, el 3 de agosto, tras la derrota de Bailén (19 de
julio de 1808), serán 6.000 franceses, y ya enemigos, en el suelo de Lerma y
los pueblos colindantes. El 10 de agosto se marchan, pero vuelven en noviembre,
tras la batalla de Gamonal (10 de noviembre de 1808). En ambas ocasiones
cubrieron las villas de saqueos y desmanes.
Al comenzar 1809,
la comarca castellana avasallada, afligida y amenazada por la invasión,
comienza a organizarse. En el Monasterio de San Pedro de Arlanza tuvo lugar la
primera asamblea, la convocó “El Director" (hoy sabemos que no era otro que Francisco de Santillán, natural de Lerma, escribano y Diputado del Común del Ayuntamiento de Lerma y más tarde su Alcalde Constitucional). A ella
acudió el Abad Mitrado de Lerma, D. Benito Taberner y llevó con él a Jerónimo
Merino C
ob, el cura de Villoviado o como más se le conoce: el cura Merino. Se
formaron Juntas Locales en los pueblos importantes. La de Lerma estaba formada
por el escribano Santillán, el Abad de Lerma y el abogado de los Reales
Consejos Felipe de Herrera. Esta Junta fue muy activa consiguiendo que se
unieran al cura Merino unos 60 jóvenes de Lerma y sus alrededores, incluido el
hijo del “Director”, Ramón (años más tarde llegaría a ser Ministro de Hacienda, Senador del Reino y Gobernador del Banco Español de San Fernando).
Varios vecinos de Villalmanzo se unieron también, entre ellos Martín Fernández
y Román Marcos, ambos siguieron también al cura Merino en la guerra Carlista.
El cura Merino |
Las tropas de
Merino crecieron rápidamente en número hasta formar un ejército bajo sus órdenes.
Villalmanzo fue protagonista de varias acciones bélicas de esta resistencia: La
primera el 12 de junio de 1809: enterado Merino de que un convoy cargado de
munición había salido de Burgos, les esperó en Villalmanzo y allí se apropió de
ella eliminando a los 22 soldados (este número varía según las fuentes, algunas lo cuadruplican) que lo escoltaban. Merino había apostado
destacamentos en los pueblos vecinos de Lerma: Villalmanzo, Santa Inés,
Quintanilla la Mata… y el 13 de junio atacó a las tropas francesas de Lerma,
muriendo 20 franceses.
En 1810, Merino ya
comandaba el Regimiento de Infantería de Arlanza y el Regimiento de Caballería
de los Húsares Voluntarios de Burgos, conocidos como la División del Duero.
En 1811, el 26 de
septiembre, Merino se dispuso a atacar Lerma. Distribuyó sus fuerzas como era
su costumbre en los pueblos de alrededor. Desde Villalmanzo intentó hostigar a
los franceses pero aunque salieron a perseguirlos, no se resolvieron a atacar
en firme y se replegaron por lo que tuvo que desistir, volviendo a Villalmanzo
para que descansaran los soldados.
Término de la Tejera donde se posiciona Merino |
En mayo de 1812
teniendo noticia de que un gran convoy escoltado por unos 1400 hombres había
salido de Aranda con dirección a Burgos, Merino se dirige a Villalmanzo allí
toma posiciones en la zona de la tejera y los espera. Al amanecer del día 9 sale
el convoy de Lerma, aunque 400 de estos infantes se vuelven ya para Aranda.
Cuando llegan los franceses cerca de la tejera le descubren la posición, sin
embargo aunque le atacan, las tropas de Merino no se amedrentan, los franceses
siguen luchando e incluso emplean fuego de artillería (fue la primera vez que los hombres de Merino se enfrentaban al fuego de cañón), sin
embargo no lograron romper la línea defensiva establecida por Merino y
emprendieron la retirada. Los 400 que habían salido para Aranda al oír el fuego
de los cañones dieron la vuelta para ayudar al convoy, al ver el refuerzo los
franceses vuelven a atacar, pero las tropas de Merino consiguieron encerrarlos
en Lerma. Los franceses necesitaron un nuevo refuerzo de 1000 hombres para
poder llegar a Burgos con el convoy. Las bajas de este enfrentamiento
ascendieron a 23 muertos y un gran número de heridos por parte francesa. Por
parte de Merino se notificaron 4 muertos y 7 heridos.
El 22 de julio de
1812, al sur de Salamanca tuvo lugar una de las contiendas más importantes de
la Guerra, la batalla de los Arapiles. El ejército aliado al mando del duque de
Wellington infringió al francés del general Marmont una derrota aplastante, en
la que el general francés resultó gravemente herido en un brazo. Marmont se
batió en retirada primero hacia Valladolid y luego hacia Burgos, no sin antes, el
2 de agosto, incendiar el pueblo de Villalmanzo. La mayoría de las casas,
lagares y pajares fueron arrasadas por el fuego: solo se salvó la iglesia (que
la utilizaron como caballerizas), la casa del cura, alguna casa aislada en la
calle Villafranca y, en el barrio “Cantarranas”, cuatro casas, que hoy se
llaman “solas casas”.
La Guerra de la
Independencia concluyó en 1814. Villalmanzo se estaba reconstruyendo. En el
libro de Fábrica de la Iglesia (1815-1838), encontramos apuntes en este
sentido, en 1815 se habían reunido 14.007 reales y 10 céntimos en calidad de
empréstitos para construir el lagar y las trojes quemados por los franceses,
varios fueron los que prestaron dinero: el duque de Medinaceli, el Cabildo de
Burgos y dos particulares, Pedro Valpuesta y Ángela Madrigal (esta última fue
quien más dinero prestó). En 1817 se comienzan a pagar estos empréstitos, poco
a poco, hasta saldar el último céntimo, en el año 1835 al duque de Medinaceli.
Villalmanzo renacía
de sus propias cenizas, se reconstruyeron las casas, las tierras, los lagares e
incluso llegó a tener una floreciente industria de telares, algunos de ellos
sobrevivieron hasta bien entrado el siglo XX.
Sin embargo, la Guerra de la
Independencia no será el último episodio bélico en la historia de España. A la
muerte de Fernando VII estalla una guerra civil entre los partidarios de la
reina (los isabelinos) y los partidarios del hermano de Fernando, Carlos María
Isidro de Borbón (carlistas). Se desarrollará en tres fases. La primera de 1833
a 1839; la segunda de 1846 a 1849; y la tercera de 1872 a 1876 que acabará con
la derrota definitiva del carlismo.
Los carlistas eran tradicionalistas y
antiliberales, procedían del mundo rural, la pequeña nobleza y parte del
clero,
mientras que el bando liberal defendían la igualdad jurídica, la separación de
la Iglesia del Estado, el ascenso de la burguesía… en definitiva el cambio
social.
Caballería Castellana de la Guerra Carlista |
Con la primera Guerra
Carlista, el cura Merino volvió a la lucha defendiendo la legitimidad del príncipe Carlos al trono español y
la tradición que él mismo representaba. En esta vuelta arrastró a muchos de sus
hombres en la Guerra de la Independencia. Dos de estos seguidores eran de
Villalmanzo, Martín Fernández y Román Marcos que le siguieron
incondicionalmente. Ambos encontraron la muerte en el campo de batalla, Martín
en 1835 en Riocerezo y Román, en Quintanilla del Agua en 1838. Al terminar esta
primera guerra, Merino se exilió junto con su Rey a Francia, donde 5 años más
tarde moriría en la ciudad de Alençon, el 12 de noviembre de 1844. Desde el 2
de mayo de 1968 descansa en la villa de Lerma, en el suelo que siempre amó.
LAS DESAMORTIZACIONES
Manuel Godoy y Álvarez de Faria |
Toda guerra supone una ruina para
cualquier Estado, España había sufrido varias, las arcas de la Corona estaban
vacías y el medio utilizado para su remedio fueron las llamadas
desamortizaciones que se fueron sucediendo a lo largo de todo el siglo. Su
finalidad fue remitir la enorme deuda pública del Estado y a la vez crear una
burguesía de labradores propietarios para asentar el estado liberal con ellos.
En
realidad las desamortizaciones fueron varias, comienzan en el siglo XVIII y se extienden
hasta 1924. Pero de todo el proceso desamortizador, hay tres desamortizaciones
que destacan. La primera, la desamortización de Godoy, se realeza entre 1798 y
1808, los bienes incautados afectaron a los hospitales, colegios mayores, cofradías,
capellanías y obras pías. La siguiente en importancia fue la de Mendizábal
(1836-1851) y afectó a los bienes y tierras eclesiásticas, además de suprimir
las órdenes religiosas. Esta desamortización será completada por Pascual Madoz
en 1855, y en la que sobre todo, serán desamortizados los bienes de propios y
comunales de los Ayuntamientos.
Tras
este proceso desamortizador las obras pías, capellanías… desaparecieron, las
Cofradías salieron mal paradas, llegando muchas a su extinción. En Villalmanzo
de las 9 cofradías existentes, solo sobrevivieron tres (ver Tradiciones).
Tampoco se libraron los hospitales, fundados o regentados por Cofradías o por
los Concejos, a estos últimos tras perder los bienes de propios les fue
imposible su mantenimiento, tal es lo que aconteció en Villalmanzo: la casa
hospital de la que nos habla el Catastro del Marqués de la Ensenada desapareció
en estas fechas.
Esta
enajenación, su nacionalización y posterior venta en pública subasta, hubiera
logrado su objetivo de crear una burguesía de pequeños propietarios, de no
haber sido porque la mayoría de los lotes no se dividieron, de modo que sólo
tenían acceso a ellos los más pudientes. No obstante, en Villalmanzo tenemos
ejemplos de todo.
Todas
las viñas, casa, jaraíz y cubas que llevaba en arriendo D. Dionisio Alarcia,
cura del pueblo, y que pertenecían al Monasterio de Fresdesval, salieron en un
solo lote, rematándose el 20 de junio de 1843 a D. Antonio Dancausa para D.
Ramón Santillán, de la villa de Lerma, en 59.880 reales. Lo mismo ocurrió con
las tierras que el Monasterio de San Pedro de Arlanza tenía en el término, se
remataron a favor de Miguel Roa Pablos el 16 de junio de 1843 en 20.000 reales.
Otro lote, perteneciente al Hospital de Barrantes de Burgos de 21
fanegas y 10 celemines se remató en Joaquín Martínez, vecino de Lerma el 4 de
julio de 1859 en 20.500 reales.
Juan Álvarez de Mendizábal |
En
cuanto a las propiedades de las Cofradías, eran lotes más pequeños, por lo que
la mayoría fueron compradas por vecinos del pueblo, una de las excepciones es
la Cofradía de las Ánimas que se sacó en lotes, uno que llevaba en arriendo
Ángel Rozas, vecino del pueblo, consistente en tres tierras de 10 fanegas y 3
celemines de sembradura y en dos majuelos de 2600 cepas, más 3 cubas de 180,
140 y 80 cántaras, le fue rematado a él mismo, el 8 de agostó de 1844. Pero un
segundo lote, que estaba compuesto por 40 fanegas y 9 celemines de sembradura
fue rematado por Manuel Gonzalo Torre vecino de Lerma en 10.090 reales, en la
misma fecha.
Los
propios del Concejo también se quedaron, la mayoría, en manos de los vecinos
del pueblo. No podemos señalarlos todos en estas páginas, pero valgan de
ejemplo:
Una
casa de los propios, destinada al despacho de carne, a donde llaman la Escuela,
fue rematada el 18 de junio de 1862 a D. Nicomedes Ortega vecino de Burgos,
quien se la otorgó por el mismo precio a Marceliano Martínez, vecino de
Villalmanzo, el 29 de octubre de 1862 ante D. José Comenzano notario de la ciudad
de Burgos (era frecuente que otros se personaran en las subastas en nombre del
interesado, luego se hacía la cesión ante un notario).
Un
terreno perteneciente a sus propios, titulado Tordable, de 30 fanegas de 2ª
calidad y 80 fanegas de 3ª (únicamente labradas 80 fanegas, las restantes a pasto),
una era de las de Abajo y otra de Arriba. Se halla afecta a un censo perpetuo
de 56 fanegas y 6 celemines de pan mediado a favor del Cabildo Catedral, el
cual no se rebaja. Se remató a favor de D. José Arroyo Revuelta, vecino de
Burgos el 5 de junio de 1860.
No
todos los terrenos expropiados que se nacionalizaron consiguieron venderse en
las subastas o al menos, tuvieron que subastarse varias veces. Un ejemplo de
ello, el monte Monvendido, que se hallaba afecto a un censo de 220 pts. (en
1868 se adoptó la peseta como unidad del sistema monetario español) a favor del
Hospital de Barrantes de Burgos, y que al no obtener comprador, el pueblo
continuó satisfaciéndolo al Estado (las propiedades afectas a censos, aunque se
vendieran, no perdían dichos censos por lo que había que seguir pagándolos, a
los nuevos dueños, en este caso, el Estado). La desamortización de fincas
rústicas en Villalmanzo fue de 1.003 hectáreas de un total catastrado de 2.375,
es decir el 42,2 %.
Las
desamortizaciones, no obtuvieron los resultados deseados, no se llegó a
solucionar del todo el problema de la deuda española; arruinó a los
Ayuntamientos; perjudicó a los campesinos más pobres que se vieron privados del
aprovechamiento de las tierras comunales, lo que en una economía de
subsistencia les era imprescindible, por lo que contribuyó a una tendencia
emigratoria de la población rural; y tampoco solucionó las desigualdades
sociales, de hecho los campesinos vieron como la mayoría de los nuevos
propietarios subían los arrendamientos.
Villalmanzo,
demográficamente hablando, también sufrió estas consecuencias, aunque no fueron
muy acusadas. A finales del siglo XIX contaba con 1077 habitantes y comenzó el
siglo XX con 974. Esta corriente migratoria se desplaza hacia otros lugares de
la provincia, hacia el norte de la península y hacia países hispanoamericanos.
No
podemos cerrar este capítulo sin mencionar la parte positiva de las
desamortizaciones: el movimiento de la propiedad (afectaron a una quinta parte
del conjunto del suelo español), hubo un aumento de la superficie cultivada y
se mejoraron y especializaron los cultivos gracias a inversiones de los
propietarios. Todo esto a la larga sería
un pilar importante en el que se podrían producir los cambios que sacarían a la
agricultura del atraso que tenía, pero aún habría que esperar algunos años más.
Será a mediados del siglo XX cuando principalmente dos hechos básicos, la
mecanización del campo y la concentración parcelaria, logren la modernización
de la agricultura.
No podemos concluir la historia del
siglo XIX sin mencionar otra fuente imprescindible para conocer cómo vivían y
se desenvolvían nuestros pueblos. Nos referimos a los
diccionarios-geográfico-estadísticos. Para el siglo XIX en Villalmanzo vamos a
hacer uso de dos el de Sebastián Miñano y Bedoya, realizado
entre 1826 y 1829 y el otro el de Pascual Madoz entre 1845 y 1850. Este último
supuso una mejora importante re
specto al otro, es más exacto y más completo. No
obstante para el caso de Villalmanzo podemos decir que los dos son de utilidad,
pues lo que el uno se deja en el tintero nos lo cuenta el otro.
Sebastián
de Miñano en su Diccionario Geográfico y estadístico de España y Portugal (tomo
IX, pág. 385. Biblioteca Digital de CyL) nos dice de Villalmanzo:
“Villalmanzo
o Villalmanzano, lugar secular, provincia y arzobispado de Burgos, partido de
Candemuño, jurisdicción y abadía de Lerma. 192 vecinos, 768 habitantes, 1
parroquia, 1 hospital. Sito en el camino real que conduce de Madrid a Francia,
en una deliciosa vega que se extiende a 5 leguas de largo y 1 de ancho, regada
por el río Arlanza, entre las villas de Lerma y Cogollos. Produce 6.000 fanegas
de granos y legumbres, y 30.000 cántaros de vino. Industria: 19 telares de
lino, cáñamo y lana, manteles y ropa de cama. Dista seis y media leguas de la
capital y media de Lerma. Contribución 4.486 reales, 24 maravedís. Derechos
enajenados. 5.081 reales y 25 maravedís”.
El
otro diccionario es el realizado por Pascual Madoz entre 1845 y 1850. Su título
es “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de
Ultramar”. En su tomo XVI, pág. 168 (Biblioteca virtual de Andalucía) nos dice
de Villalmanzo:
Pascual Madoz |
Como
se puede apreciar, este segundo diccionario nos da más detalles sobre el pueblo
que el de Miñano, sin embargo, sorprende que Madoz no nos hablara de la
industria de los telares, que seguían existiendo en esa época, de hecho,
algunos sobrevivieron hasta bien entrado el siglo XX. Tampoco menciona el
hospital, que no desaparecerá hasta la desamortización que impulsó el mismo
Madoz en 1855. Ni tampoco nos habla de otros oficios como el de herrero o el de
médico, que sabemos que existían en el pueblo. Todos estos oficios omitidos hay
que tenerlos en cuenta pues son importantes indicadores de la actividad
económica existente.
Otro
punto sobre el que llamar la atención se refiere a la denominación de la villa
que nos da Sebastián de Miñano: Villalmanzo o Villalmanzano. Pero sobre esto
hablaremos más adelante y veremos las versiones de los diferentes autores.
Haciendo
un breve resumen de este período, podríamos decir que este no fue un gran siglo
para Villalmanzo. Sin embargo, sí tuvo un hecho positivo: la abolición de los
señoríos. A partir de ahora, no más vasallos, no más pagos de martiniegas e
infurciones al señor, ni trabajos gratuitos. Villalmanzo seguirá su propia
progresión autónoma. Este progreso se irá materializando a lo largo del siglo
XX, como vamos a ir viendo.
EL SIGLO XX
La época de
progreso que supusieron las últimas décadas del siglo XIX, se verán truncadas de
golpe con el nuevo siglo. Villalmanzo, un pueblo cuya base económica es
eminentemente agrícola y donde la importancia del viñedo ha sido siempre considerable,
más que el cultivo del cereal, dada la calidad de la tierra, sufrirá
enormemente cuando a comienzos del siglo se extienda la terrible plaga de la
filoxera destruyendo las cepas.
La filoxera es un
insecto homóptero de la familia Phylloxeridae, que se alimenta de las raíces y
hojas de la vid. La plaga producida por este insecto afectó a Europa en las últimas décadas del siglo XIX,
provocando una grave crisis que obligó a replantar la mayor parte de los
viñedos europeos. Si bien el origen de la plaga fue la importación de vides
americanas, el remedio fue la replantación utilizando portainjertos de vid
americana, resistente al insecto.
A España llegó hacia
1878 por tres focos: Oporto, Málaga y Gerona. Sin embargo, en la ribera del
Duero, en la provincia de Burgos, los viñedos fueron afectados relativamente
tarde. Los primeros brotes se producen en Lerma en 1904. Los suelos arenosos
hicieron de defensa natural contra la plaga. Por ello el viñedo aquí pudo
disfrutar de una etapa próspera previa (1872- 1904) en la que los precios del
vino vivieron una época al alza. Sin embargo la plaga provocó una grave crisis,
incluso se creó una Comisión de Defensa contra la filoxera en Lerma. Para
Villalmanzo, vecino de Lerma, la infestación de sus viñedos poco tiempo
después, significó un desastre. Había que quemar las cepas, no solo las
aparentemente infectadas, sino todas las de alrededor. Después había que
inundar el suelo en el que estuvieron plantadas con sulfuro de carbono y
sulfuro de potasio o de sodio, tal y como aconsejaba el Ministerio de Fomento
Español, terminado el proceso, se podía proceder a la replantación. Si bien no
se tardó en exceso en esta replantación (muchos viñedos ya no se replantaron) con
portainjertos o pies americanos traídos de las casas de viveristas de la Rioja,
para una economía de subsistencia, el daño ya estaba hecho. Una buena parte de
los jóvenes tuvieron que emigrar, muchos a las Vascongadas, otros a localidades
más cercanas donde tenían familiares o amigos que les podían ayudar y alguno,
más lanzado, incluso a Hispanoamérica. En 1910 Villalmanzo contaba con una
población de 971 habitantes que para 1920 se habían convertido en 721.
Antiguo lagar, ya en desuso |
No obstante, como
en todo, hay partes negativas y otras positivas. La parte positiva: se
introducen nuevas técnicas y se moderniza el cultivo con un abonado más
frecuente y con productos químicos. La variedad Garnacha se expande, pues es más
resistente a las plagas criptogámicas (oídium y mildiu) y soportaba mejor los
fríos de primavera. Esto funcionó bien en muchos sitios que incluso pudieron incrementar la producción, pero en Villalmanzo había aún otro problema, y era la
distribución de las tierras en pequeñas parcelas y separadas unas de otras, llevadas por pequeños agricultores en su mayoría, que bastante habían tenido que invertir ya con la plaga. Por
ello, las inversiones fueron mínimas durante la primera mitad del siglo y el vino que se cogía “el churrillo”, no era de gran calidad y su grado
bajo (no sobrepasaba los 10 grados). Habrá que esperar a la concentración
parcelaria, la mecanización del campo y sobre todo el empeño de estos
viticultores para que esas bodegas excavadas en la tierra o en los bajos de las
casas den paso a grandes locales que hoy albergan cubas gigantescas y
especializadas y sobre todo, den paso a un vino de gran calidad que va abriéndose camino en los grandes mercados.
Tras este mal
comienzo para el pueblo, habrá unos años de relativa tranquilidad, en los que
Villalmanzo siguió adelante, avanzando, hasta que en 1936 otra guerra civil y
su postguerra vinieron a frenar nuevamente el progreso.
No obstante, en
este siglo se van a producir una serie de cambios que no solo modificaron los
medios, sino también las mentalidades: la luz, el transporte, el teléfono, la
televisión, la mecanización del campo, las nuevas políticas agrarias…
transformaran la villa y la forma de vida de sus gentes.
LA SOCIEDAD A COMIENZOS DEL SIGLO XX
Para
comprender en toda su dimensión como afectaron esos cambios de los que hemos
hablado, se hace imprescindible saber cómo era, cómo vivía la sociedad de
principios del siglo XX:
La
forma de vida difería bastante de la nuestra en cuanto a comodidades. No había
luz eléctrica, por lo que la gente se regía en su ciclo vital por la luz del
sol. Tampoco había agua corriente, ni calefacción en todas las habitaciones, ni
televisores, ni bibliotecas, y los libros eran más bien un artículo de lujo. Al
final de la jornada lo que primaba era la reunión en familia, normalmente en la
cocina, en torno a la chimenea, donde se contaban historias, apuntilladas con
viejos refranes, donde los mayores instruían a los más pequeños en las
tradiciones y costumbres y aportaban su experiencia de vida.
Eran
tiempos duros, la jornada laboral era larga y toda manual, los hombres trabajaban
duramente y las mujeres no se quedaban atrás. Sin embargo, aún se sacaba tiempo
para fabricar cualquier cosa que se necesitara, desde lo más elemental, el
jabón, la lejía, los colchones… hasta la vivienda familiar y el propio material
de construcción, el adobe.
Hoy
en día, desde nuestra sociedad actual, resulta difícil pensar cómo podían
arreglárselas, ¿cómo lo hacían?
LAS FUENTES, EL JABÓN, LA LEJÍA Y EL
PLANCHADO:
En
el pueblo había varias fuentes: fuente Culo, fuente La Salud, fuente Misa,
Fuente Cañuelo, fuente de Prado y fuente Las Pozas. Todo el pueblo se servía de
ellas para el gasto de sus casas, cada uno de la más cercana a su vivienda. Las
mujeres y los chicos eran los encargados de ir con calderos, cántaros y botijos
a por el líquido indispensable.
Pozas donde se iba a lavar la ropa |
Para
lavar la ropa, se iba a las pozas de la venta y a las de arriba. Estaban
divididas en dos partes: en una se jabonaba y en la otra se aclaraba. En el
verano estas labores se hacían en el arroyo Madre. En invierno se solía helar
el agua, así que no quedaba más remedio que abrir hueco a golpe de banquilla (utensilio
de madera para restregar la ropa con jabón y lavarla; estaba formada por una
pieza con acanaladuras horizontales y protección lateral, no muy alta, en la
parte superior, a modo de cajón, donde se arrodillaban, para no mojarse).
El
jabón lo hacían las mujeres con grasas, aceite de los chorizos, tocino, manteca
y sosa caustica. Se batían bien todos los ingredientes en frío y en caliente, y
una vez cuajada la masa, se dejaba enfriar y, luego, se troceaba.
Si
el jabón era casero, no iba a ser menos la lejía. Era costumbre hacerla en
mayo. Para ello se construía una presa en el arroyo Madre. El proceso llevaba
su tiempo: primero se frotaba la ropa con jabón y se dejaba en cestos de mimbre
toda la noche. Al día siguiente, con la ropa colocada en la coladera (cesto de
mimbre donde se ponía la ropa blanca recién lavada; encima se colocaba la
cernedera o cernadera), se cubría con la sábana cernedera (sábana vieja,
normalmente de cáñamo,
que se ponía sobre la ropa para colar la ceniza y el
agua caliente al blanquear). Mientras tanto, en calderas de cobre se calentaba
el agua, a la cual se añadía un poco de ceniza. El resto de la ceniza se
colocaba sobre la cernedera y luego se echaba el agua muy caliente sobre ella.
A esta solución se la dejaba actuar hasta el día siguiente, en que se procedía
a un buen aclarado en el arroyo. A continuación, se tendía la ropa al sol, bien
extendida, en el prado. Estas faenas de la lejía concluían siempre con una
agradable merienda, pues se hacían siempre en grupo (familiares, vecinos…).
Útiles para el lavado: banquillas, coladeras, cernedera, caldero de cobre |
El
planchado también tenía su aquél: las planchas eran de hierro macizo, había que
calentarlas, directamente en el fuego o encima de la cocina económica. Se
tenían siempre dos o tres, ya que el hierro se enfriaba enseguida. Así, mientras
se volvía a calentar una plancha, se empleaba otra. Un segundo sistema era la
plancha, también de hierro, que disponía de un depósito en el que se echaban
unas ascuas de carbón y de encina, que duraban una media hora: de ésta manera el
calor se mantenía durante más tiempo.
El
hacer colchones era un arte aprendido de madres a hijas, pero es que entonces
no se vendían en las tiendas. Para conseguir una cama cómoda y bien mullida, se
necesitaban dos piezas fundamentales: el jergón y el colchón.
El
jergón se hacía con paja de centeno o maíz. Consistía en una funda que se cosía
todo alrededor y en el centro del jergón se hacía una raja para meter la paja
(la paja se metía entera), luego se ataba con dos cuerdas haciendo lazos.
Encima del jergón se colocaba el colchón de lana.
Los
colchones se hacían con lana de oveja. Consistían en una funda de tela especial
para ellos, que estaba toda abierta menos por una parte y a la que se le
practicaban unos ojales pequeños. Se colocaba la lana todo alrededor, bien
repartida, y se cosía para cerrarlo. Una vez cosido, por los ojales, se pasaba
el hiladillo uniendo ambas partes y se hacía una lazada para que no se soltara:
de esta manera quedaba bien hueco.
Otra
forma de hacer un colchón era coser la tela por tres lados, y recogerla como si
fuera un saco, para ir llenándolo. Cuando se empleaba este sistema, se metía la
lana hasta unos 40 ó 50 cm y se ataban los ojales, se metían otros 40 ó 50 cm y
se volvían a atar ojales, y así hasta llenar todo el colchón. Después se cosía
la última costura para cerrarlo.
Uno
de los problemas de este tipo de colchón era que la lana, con el uso, se
acababa apelmazando y llegaban a hacerse muy duros, por lo que, una vez al año,
normalmente en verano, había que descoser la tela, varear la lana y coser de
nuevo. Se sacaba la lana del colchón y, si estaba sucia, se lavaba, si no, solo
se vareaba. Se colocaba encima de unas tablas, y con varas de avellano, se
golpeaba para ahuecarla. Se hacía por montones: cuando un montón ya estaba bien
hueco, se separaba y se vareaba otro montón. Este proceso podía suponer una
hora de dar golpes. Se lavaban las fundas del colchón y, los hiladillos, cuando
ya tenían secas las fundas y la lana bien hueca, se rellenaban, se cosían y a
la cama.
En
la década de los cincuenta empezaron a venir los pellejeros a comprar la lana a
la vez que vendían colchones tipo “flex”, los cuales no tardaron en adoptarse
por la gente.
EL PAN
El
pan era otra de las cosas que normalmente se hacía cada familia. No era un
trabajo diario, generalmente se cocía para unos 20 días.
Primero
se iba a moler el trigo a los molinos de Quintanilla, Lerma o Tordueles: se iba
con el burro que era quien cargaba con el saco. El salvado se echaba a los
cochinos y, con la harina, se hacía el pan en los hornos del pueblo (durante la
posguerra estuvo racionado y tenía que ser pan “negro”: mezcla de harinas de
trigo, centeno, cebada o avena y salvado).
En
el pueblo había unos cuantos hornos privados (entre 5 y 10, dependiendo de la
época), se pedía turno al propietario, se preparaban los ingredientes
necesarios: harina, sal, levadura, agua caliente y si se iban a hacer pastas,
también azúcar (y los manojos para prender el horno). Los utensilios
necesarios: el horno, la artesa, los cedazos, las barandillas, la masera, una
pala de mango largo, la toca y una mesa.
El
proceso era el siguiente: siempre que se cocía se dejaban como dos kilos de
masa para los siguientes que iban a cocer. A estos dos kilos se añadía
levadura, harina, sal y agua caliente. La harina había sido previamente cernida
en la artesa con cedazos que se movían sobre las barandillas (dos palos
largos). Se amasaba todo bien y se dejaba dormir unas dos horas, bien tapadito,
con una masera (sábana) para que fermentara. Luego, se hacían bolas, se
aplastaban un poco y se metían al horno caliente, que previamente se había
limpiado con una toca (saco mojado en agua). Antes de introducir el pan, se
comprobaba si el horno estaba caliente: era fácil de saber, pues se ponía
blanco por dentro. Entonces se metía la masa. Se solían hacer unas pocas tortas
y el resto hogazas.
Una
vez concluido el proceso, se dejaban en la mesa los dos kilos de masa para los
siguientes que iban a cocer, y al propietario se le daba en pago un pan.
Como
es lógico, los primeros días el pan estaba buenísimo, pero luego se endurecía,
no obstante, todo se consumía, con el pan duro se hacían esas buenísimas sopas
de ajo que calentaban el cuerpo, sobre todo en los fríos días de invierno, al
igual que los zoquetes (trozos de pan duro) sabían a gloria mojados en
aguardiente o “consuenda” antes de ir al trabajo, y si no, mojados en vino o
simplemente en agua para los más pequeños.
En
la década de los 60, con la estabilidad económica que ya tenía el país, la
introducción de la mecanización en el campo, que supuso un progreso económico,
fueron los panaderos profesionales quienes empezaron a tener más actividad y
los hornos particulares fueron apagándose paulatinamente, hoy ya solo están en
el recuerdo de los mayores.
LOS AVANCES DEL SIGLO XX
A lo largo del siglo se introducen una serie de avances técnicos
que lograran cambios impensables en nuestra sociedad. Estos cambios, fueron
muchos, no podemos hablar aquí de todos ellos, pero sí podemos hacerlo de 5 que
resultaron fundamentales en este proceso: la luz eléctrica, el teléfono, el
agua corriente, la televisión y la mecanización del campo. No son 5 cambios
escogidos al azar, si los analizamos veréis que fueron estos los que por sí
solos consiguieron cambiar nuestros pueblos física y mentalmente y que sin
ellos el resto no hubiera sido posible:
LA LUZ ELÉCTRICA
Antiguo transformador, ya en desuso, de Villalmanzo |
Para Villalmanzo,
el primero de estos avances llegó en la segunda década del siglo XX. Fue la
luz, aunque no con la misma potencia que conocemos ahora, ni mucho menos. Las
calles se iluminaban tenuemente, con una luz amarillenta y en las casas no daba
más que para una bombilla, como mucho dos. Para pasar la luz de una planta a
otra de la casa, se hacía un agujero en el techo y si querías luz arriba
bastaba con tirar del cordón. En el resto de la casa había que seguir
utilizando el candil. Esta luz llegaba de molinos de pueblos cercanos mediante
postes de madera. Luego, ya en la segunda mitad del siglo, llegaron las grandes
compañías eléctricas y, con ellas, la luz en todas las habitaciones y los
nuevos electrodomésticos: las planchas eléctricas, las batidoras, la radio, las
lavadoras… fue como si de repente ya no estuvieras tan aislado y la vida empezó
a ser algo más cómoda, ¡se acabó el ir a las pozas o al rio a lavar!
EL TELÉFONO
El teléfono ha sido
y es, desde su invención, uno de los principales medios de comunicación. Hoy en
día no salimos de casa sin uno en la mano y, en cuanto nuestros hijos tienen
uso de razón, se les compra el aparato: ¡es solo para tenerlo localizado! Pero
en realidad es porque el hombre, que es un ser sociable por naturaleza, ha
encontrado en este artilugio el medio ideal de socialización.
A Villalmanzo llegó
el teléfono en la década de los cincuenta, claro que nada tenía que ver con los
móviles de hoy en día. Lo que llegó fue una de aquellas llamadas centralitas,
aparatos grandes y pesados que requerían una instalación fija, y que estaban
llenos de cables que había que ir introduciendo en diferentes conexiones. En la
centralita se recibían las llamadas para cualquier vecino; luego había que ir a
avisarle que tenía una conferencia. Cuando algún vecino quería hablar con
alguien del exterior, el encargado de la centralita le daba línea y, al acabar
su llamada, se encargaba de cobrarle según el tiempo que hubiera durado.
Hacia finales de
los sesenta y sobre todo en los setenta, ya todos teníamos teléfono en casa, de
aquellos de rueda claro, pero eso hacía las conversaciones más privadas, además
ya no solo te comunicabas con la familia, sino que se empleaban para facilitar
el trabajo: podías llamar al fontanero, avisar al médico, pedir información,
incluso cerrar tratos… Pero sobre todo, oír la voz de tus familiares y amigos,
acortaba distancias y ayudaba a mantener las relaciones, que de otro modo, si
los que se habían ido del pueblo no volvían o tardaban mucho en hacerlo, se
acababan perdiendo, y en esa época no se viajaba tanto como ahora.
EL AGUA CORRIENTE
Os preguntaréis
cómo esto se puede incluir como avance del siglo XX, si ya los romanos (sin ir
más lejos) lo conocían. Pero nuestros pueblos, nacidos en la Edad Media,
carecían de tales infraestructuras y fue así hasta la segunda mitad del siglo.
De hecho, en Villalmanzo fue en 1965 cuando se empezó a colocar el agua
corriente junto con el sistema de alcantarillado. De esta manera, las calles
quedaban limpias por ser eliminados todos los albañales o regaderas que salían
de los corrales donde estaba el estiércol de los animales que había en aquella
época.
Parece mentira,
pero este fue uno de los hechos detonantes de una época de progreso. El agua
corriente no solo permitió un sistema más higiénico, que llegaran nuevos
electrodomésticos (lavadoras, lavavajillas…) sino que además fue como una
corriente eléctrica que activaba al pueblo. Como una bandera de salida en una
carrera, dio paso a la pavimentación, al embellecimiento del pueblo, porque los
que se habían ido con las emigraciones de la primera mitad del siglo ahora al
volver al pueblo veían que podían tener las mismas comodidades que en las
ciudades. Comenzaron por embellecer las casas paternas para volver en
vacaciones o al jubilarse. Se creó un espacio polideportivo, con campo de
futbol y pista deportiva polivalente, con sus vestuarios respectivos, y
posteriormente un complejo de piscinas, y otras construcciones (centro rural de
higiene, grupo escolar, centro de la tercera edad...) Fue como si el pueblo
despertara en una nueva era. Increíblemente, era ¡el poder del agua!
LA TELEVISIÓN
Hoy en día son
muchas las opiniones críticas que se alzan contra este medio de comunicación de
masas: racionemos la televisión a nuestros hijos, hay demasiados programas
basura… Sin embargo, en sus comienzos no fue así. En la España de los últimos
años del franquismo desarrolló un papel fundamental en el cambio social.
Desde que
televisión española comenzó sus emisiones regulares el 28 de octubre de 1956
algo comenzó a cambiar en España. Rápidamente los políticos se dieron cuenta
del gran potencial que representaba y decidieron aprovecharlo. En aquella época
comprar una televisión era un lujo al alcance de pocos. Por ello, el Estado
creó los Teleclubs (Manuel Fraga Iribarne fue uno de los impulsores). Los Teleclubs
eran locales, donde los vecinos se reunían en torno a un televisor, pagado por
el Gobierno, veían la tele y se entretenían y sobre todo aprendían y se
instruían.
Estaban integrados
en la Red Nacional de Teleclubs creada por Decreto de 16 de junio de 1966.
Estos centros, se dotaban con un aparato de televisión y pequeñas bibliotecas,
pues su fin era la promo
ción cultural, constituyeron una de las instituciones
que más contribuyeron a transformar un
mundo rural, generalmente atrasado. La televisión permitió conocer otros
mundos, otras formas de pensar y ver las cosas, y poco a poco esa ventana al
mundo exterior fue transformando la mentalidad de nuestros pueblos, actúo como
una escuela cultural intensiva, abriendo mentes, enseñando horizontes nuevos,
culturizando a la gente, en definitiva consiguió establecer en un tiempo
record, diría yo, una sociedad lo suficientemente abierta como para permitir a
España en 1975 (tan solo 9 años después de la implantación de los teleclubs) un
cambio pacífico y tranquilo hacia la firma de la Constitución de 1978, hacia la
democracia.
Inauguración del Teleclub de Villalmanzo (1970) |
En Villalmanzo el
teleclub se comenzó a construir en 1969, se inauguró en 1970. La Red Nacional
de Teleclubs desapareció a finales de 1978, con la creación del Ministerio de
Cultura, pero había logrado producir un fenómeno cultural y educativo de
extraordinaria trascendencia en la historia de España.
LA MECANIZACIÓN DEL CAMPO
Este fue el avance
que trajo consigo el progreso económico de nuestros pueblos, hasta ahora
basados en una economía de subsistencia, que tenían que cumplimentar con
pequeños rebaños, la matanza, la caza, las peonadas… Pero esta mecanización no
era tan fácil como podía parecer. El comprar un tractor no estaba al alcance de
todos, además para la mayoría no era rentable, pues La excesiva división de la propiedad
y su distribución por todo el término municipal impedían una mecanización
eficaz y no eran rentables para el agricultor dada esta parcelación de las
tierras. Sin embargo, el cambio se hacía inevitable, había que conseguirlo. Dos
fueron las fuerzas que se unieron: el Estado y los propios agricultores.
1966. Los primeros tractores que llegaron a Villalmanzo |
Así las cosas,
podemos decir que fueron 3 los motores básicos que propiciaron este cambio: la
Concentración Parcelaria, la mecanización del campo y el interés de los
agricultores, que se asociaron en los llamados Grupos Sindicales de
Colonización para luchar por el progreso. También fueron importantes los avances en el
campo de la química, que permitieron una mejora en los abonos y, por lo tanto,
en los rendimientos de las cosechas.
Para España, la
Concentración Parcelaria se inicia con la Ley de 20 de diciembre de 1952,
encomendándose su desarrollo y ejecución al Servicio de Concentración
Parcelaria, luego Servicio de Concentración Parcelaria y Ordenación Rural que
acabaría fusionándose para formar el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo
agrario, el IRYDA. Posteriormente, tras la constitución de las Comunidades
Autónomas, las tareas de Concentración Parcelaria les serán transferidas y
ellas crearán sus propias leyes. En Castilla y León se promulga la Ley 14/1990,
de 28 de noviembre.
En Villalmanzo, los
trabajos de la Concentración Parcelaria comenzaron en 1967 y terminaron al año
siguiente. Lo primero fue ver qué tierras iban a ser afectadas. Después, los
peritos iban tierra por tierra para poner nuevos lindes y hacer los planos. Por
último se hicieron los caminos, puentes o alcantarillas de caminos y entrantes
a las parcelas. La superficie que se dedicó a la concentración fue del 70% de
las tierras del término municipal: el 30% restante quedó excluido. Este 30%
correspondía a monte, viñedo, prados y frutales.
Estamos en los años
60 y la gente comienza a moverse. Hace algún tiempo que se ven tractores y
alguna cosechadora. Saben que el trabajo se simplifica sobremanera, aunque son
caros y, la mayoría de las veces, a un solo agricultor no le resultaba rentable
su compra. Pero existía una manera: asociarse unos con otros. Esto, aparte de
abaratar costos, tenía sus ventajas a nivel de ayudas estatales. Sin embargo, para
poder asociarse había que cumplir unas obligaciones: permanecer, como mínimo,
seis años en esa asociación; llevar libros oficiales de ingresos y gastos… se
trataba de los denominados Grupos Sindicales de Colonización (se establecen por
una Orden del Ministerio de Agricultura de 1940). Estos Grupos se constituyen
para el uso en común de la maquinaria agrícola y la explotación comunitaria de
tierras y ganados.
En Villalmanzo se
aprovechó la ocasión y así se formaron varios grupos. Fueron gente valiente y
decida. Compraron maquinaria: fueron los primeros tractores (Ebro, Súper Ebro,
Fordson, Motransa, Lanz…) y los componentes que había que acoplarles (arado,
cultivadora, abonadora, sembradora, remolques…); comenzaba la mecanización del
campo. Pronto llegarían las trilladoras, tornadores, trenzadoras y
cosechadoras, compradas o alquiladas, según fuera más rentable. Las cosechadoras
alquiladas venían de Toledo, Almería y Elche.
Así pues, la
mecanización, junto con la Concentración Parcelaria, la asociación de los
trabajadores, la mejora de los abonos y los nuevos sistemas de riego (posibles
tras la Concentración Parcelaria y los alcantarillados), traerían otra forma de
trabajar, de producir, más cómoda, efectiva y con mayores rendimientos. Sin olvidar
que los grupos también favorecían la comercialización de los productos
agrícolas.
Estas asociaciones
fueron las pioneras: detrás de ellas vendrán otras. Cooperativas vitivinícolas,
ganaderas… el Cascajuelo es hombre trabajador pero también emprendedor. De ello da prueba la
transformación que ha sufrido el pueblo en tan poco tiempo, no solo por su
embellecimiento, sino por todos los logros que sus pobladores han hecho posible:
complejo deportivo, piscinas municipales… y hasta un polígono industrial inaugurado
el 13 de junio de 1989.
CONCLUSIÓN
Como podemos
apreciar de la mano de estos 5 avances fundamentales, llegó el cambio, el
progreso: la luz eléctrica y el agua corriente fueron básicos, sin ellos
ninguno de los demás hubiera podido darse. El teléfono y la televisión dieron
paso a una comunicación rápida y fluida, a una información que traspasaba los
lindes del término municipal propio, o el vecino, abrieron una ventana al mundo
proporcionando una amplitud de horizontes para todo aquél que quisiera asimilar
y aprender, y Villalmanzo lo hizo, se produjo un profundo cambio de mentalidad
que hizo posible la asociación para la mejora, la asociación para introducir la
mecanización, la asociación en el trabajo, hoy transformada en cooperativas; en
definitiva el progreso, un progreso que hoy se plasma en ese polígono
industrial, en las comodidades que tiene el pueblo, en su embellecimiento que
no ha parado todavía, en la creación de bodegas con denominación de origen,
granjas ganaderas, fábricas, hostales, casa rural… y mañana… cualquier cosa que
un Cascajuelo se proponga, no cabe la menor duda.
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