Louis de Rouvroy, segundo
duque de Saint Simon y par de Francia, nació en París el 16 de enero de 1675 y
murió el 2 de marzo de 1755. Conocido como literato y escritor, desempeñó
también las armas y el juego de la política. Aunque fue criticado por su
parcialidad en cuanto a sus relatos
históricos y por sus mordaces críticas a la gente, sobre todo aquella que no
era de su agrado, se le reconoce su gran acierto como costumbrista, describió
como nadie la Francia de la época. Escritor prolijo, su gran obra, “Memorias” (1739-1752)
abarca unas 7.500 páginas, en ellas da su visión del reinado de Luis XIV y de
la Regencia. Describió lugares y gente de manera que el lector queda imbuido en
su lectura y transportado a la época y al sitio. En estas memorias incluye un
apartado relatando el viaje a España, la boda de Luis I de España y sus
preparativos y a personajes de la corte, incluidos los reyes, de manera
magistral.
El duque llegó a España
como embajador extraordinario para celebrar el matrimonio de dos herederos
importantes en aquella época: el de España y el de Francia. Luis, el Bien
Amado, (1707-1724) hijo de Felipe V y de María Luisa de Saboya, casaba con la
hija del duque de Orleans (regente de Francia), Luisa Isabel, princesa de Orleans (1709-1742), más
conocida como mademoiselle Monpantsier. Por otro lado, la infanta Mariana
Victoria de Borbón, hija también de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de
Farnesio, se comprometía en matrimonio con Luis XV de Francia.
Muchos de vosotros no
habréis oído hablar de Luis I, no se suele dar en los colegios, y es que su
reinado fue el más breve de la historia de España (tal vez descontando a Felipe
el Hermoso) y en realidad fue como un paréntesis en el de su padre. Felipe V
abdicó, sin claras explicaciones, en su hijo Luis el 15 de enero de 1724, pero
el nuevo rey murió el 31 de agosto de 1724 sin descendencia, con lo cual volvió
al trono su padre.
Felipe V y su esposa
deciden que la boda de Luis se celebre en la localidad de Lerma. En esta
decisión, al parecer, influye la gran afición que los reyes tienen por la caza.
La villa pertenecía al duque del Infantado quien la había heredado del duque de
Lerma. Sin embargo, el duque del Infantado aunque pone el palacio a disposición
del rey e incluso lo amuebla más, no hace acto de presencia. La causa de este
desplante puede ser que el del Infantado había sido partidario del archiduque
Carlos en contra del Borbón en la guerra de sucesión.
La corte en pleno se
traslada desde Madrid a la villa ducal, a donde llegaron el 11 de diciembre,
fecha prevista de llegada, pese a que Saint Simon nos dice que la corte
“marchaba con velocidad de tortuga”.
Antigua casa del cura |
Como Lerma era una
localidad pequeña para alojar a toda la gente que se desplazaba, los invitados
tuvieron que instalarse en los pueblos vecinos. Saint Simon pudo escoger, y
escogió Villalmanzo, al parecer: “confiando en lo que me habían dicho de él”.
Fue instalado en la casa del cura, que describe como: bonita, aseada, muy bien
ventilada y desde sus balcones se veía el valle y la pequeña villa de Lerma al
otro lado del río, salvado por un puente de piedra. “Me construyeron unas
chimeneas especiales para mi comodidad y
en las casas vecinas se albergó mi séquito”. En su primera cena fue agasajado con una suculenta olla (sin lugar a dudas una
olla podrida) y también comieron otras viandas, entre las que se encontraban
pequeños jamones bermejos. Sin embargo esa misma noche se sintió indispuesto,
se le diagnosticó viruela, enfermedad que le iba a retener en Villalmanzo
durante varias semanas, pues aunque había remitido para el día 19, tuvo que
guardar cuarentena. Al enterarse el rey de su enfermedad le envió a uno de sus
médicos, el irlandés John Higgins, que el duque estima que era el mejor de
Europa.
De Lerma nos dice: “es una
bonita villa, situada en anfiteatro sobre la ribera del Arlanza, un valle muy
agradable”. También habla del castillo: “El castillo es magnífico en toda su
estructura, por su arquitectura, por la extensión, la belleza y la continuidad
de sus grandes salones y su escalera en herradura…”
De Villalmanzo también nos
describe su clima: “El clima era tal aquel invierno, que helaba violentamente
durante doce o catorce horas todos los días, pero de las once horas de la
mañana hasta las cuatro de la tarde hacía sol, el más bello sol que pueda haber
en el mundo y templaba lo suficiente para pasearse con agrado. Allí donde la
sombre de un muro lo ocultaba no deshelaba nunca. El frío resultaba tanto más
penetrante cuanto que el aire era más puro y vivo y el cielo permanecía en la
serenidad más perfecta y continua”.
En enero, ya más
restablecido, se acerca a Lerma, ya que el día 9 tenía lugar el intercambio de
los regalos de boda y había mucho que preparar antes del día del acto definitivo. En estos viajes a
la villa habla mucho con el rey, pero también se entrevista con el primer
ministro Grimaldo. Es a quien primero revela la idea que le ronda por la cabeza: la necesidad de que los esposos se
expongan el día de su boda en un tálamo público, “Coucher Public”. Grimaldo se
niega alegando que eso resultaría escandaloso en España, aunque en Francia
había precedentes. Si a esto añadimos que en el momento del matrimonio, Luis solo tenía 14 años y y Luisa Isabel 12, podemos imaginar los nervios en ambas posturas. Saint Simon tenía que asegurar esa consumación a toda costa y Grimaldi y el rey, seguramente se sentían aún más reacios.Pero el duque francés insiste ante Felipe V, al fin le convence y
se prepara un programa para su realización.
Saint Simón no quería
ningún fallo en su embajada, decía: “yo no podré mirar como definitivo y sólido,
un matrimonio que no sea seguido de un `coucher public´”. Se necesitaban
testigos que pudiesen un día ratificar que el divorcio era ya imposible. Y es
que mientras no se consumase el matrimonio, el sacramento era incompleto, y el
divorcio podía presentarse en cualquier momento.
Se convino que después de la cena habría un baile y a continuación se rogaría a los invitados que fuesen todos testigo de la consumación del matrimonio. Se planean todos los pormenores que Saint Simon describe con minucioso detalle. Al desnudarse de los novios solo asistirían los reyes y las sirvientas; se ocupan de quiénes estarían a ambos lados de la cama y quién al lado del príncipe y quién de la princesa. Tras abrirse las puertas se haría entrar a la corte y al resto de invitados. Todo sucedió según lo previsto e incluso asistieron el Obispo de Cuenca, el Cardenal Borgia, dos obispos de Toledo y el Inquisidor General, quienes cuando llegó el momento, vistieron sus roquetes para dar más solemnidad al acto.
(Esta anécdota proviene de Próspero García Gallardo. "De los días de antaño: Un escandoloso baile en Lerma". Boletín de la Institución Fernán González. Año 36, nº 141 (4º trim. 1957). Lo podéis encontrar en el siguiente enlace: http://hdl.handle.net/10259.4/1187.
No obstante, si este fue un escándalo para la época, no fue menos el provocado durante su estancia en España por la princesa de Orleans. Fue protagonista de numerosos incidentes, como eructar, ventosear en público, pasearse desnuda por los pasillos o sucia y maloliente. Al parecer padecía un trastorno límite de la personalidad. Ya antes de morir, Luis I no veía más solución que encerrarla, pero al fallecer antes de hacerlo, Luisa Isabel fue devuelta a Francia. No obstante esto, durante la enfermedad del rey parece ser que su comportamiento cambió y lo cuidó con todo esmero ella misma, contagiándose también ella de viruela, aunque la superó.
Se convino que después de la cena habría un baile y a continuación se rogaría a los invitados que fuesen todos testigo de la consumación del matrimonio. Se planean todos los pormenores que Saint Simon describe con minucioso detalle. Al desnudarse de los novios solo asistirían los reyes y las sirvientas; se ocupan de quiénes estarían a ambos lados de la cama y quién al lado del príncipe y quién de la princesa. Tras abrirse las puertas se haría entrar a la corte y al resto de invitados. Todo sucedió según lo previsto e incluso asistieron el Obispo de Cuenca, el Cardenal Borgia, dos obispos de Toledo y el Inquisidor General, quienes cuando llegó el momento, vistieron sus roquetes para dar más solemnidad al acto.
(Esta anécdota proviene de Próspero García Gallardo. "De los días de antaño: Un escandoloso baile en Lerma". Boletín de la Institución Fernán González. Año 36, nº 141 (4º trim. 1957). Lo podéis encontrar en el siguiente enlace: http://hdl.handle.net/10259.4/1187.
No obstante, si este fue un escándalo para la época, no fue menos el provocado durante su estancia en España por la princesa de Orleans. Fue protagonista de numerosos incidentes, como eructar, ventosear en público, pasearse desnuda por los pasillos o sucia y maloliente. Al parecer padecía un trastorno límite de la personalidad. Ya antes de morir, Luis I no veía más solución que encerrarla, pero al fallecer antes de hacerlo, Luisa Isabel fue devuelta a Francia. No obstante esto, durante la enfermedad del rey parece ser que su comportamiento cambió y lo cuidó con todo esmero ella misma, contagiándose también ella de viruela, aunque la superó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario