martes, 5 de julio de 2016

MEMORIA DE LAS REGALÍAS QUE TIENE SAN PEDRO DE ARLANZA EN LA VILLA DE SANTA INÉS: LAS ORDENANZAS



Actual Casa del Ayuntamiento de Santa Inés


Tiene el Monasterio, el Señorío de Santa Inés, y su jurisdicción”. 

Esta frase, que apenas contiene once palabras, encerró toda la existencia  de los habitantes de la villa durante casi ocho siglos. El señorío no solo implicaba pagos monetarios o en especie (de los que hablaremos más tarde), sino otra serie de preeminencias por parte del Monasterio, que regían la vida de la villa. Los Abades aprobaban las ordenanzas municipales, les añadían o quitaban estatutos, ejercían la justicia a través del nombramiento de los cargos: Alcalde Mayor, Alguacil y Escribano y les tomaban residencias anualmente (dedicaremos un capítulo aparte para saber qué eran, como se hacían, qué se residenciaba… y por supuesto, para analizarlas), e incluso podían controlar otras facetas de la vida cotidiana. Ni que decir tiene, que Santa Inés dispuso de ordenanzas, pero desgraciadamente, esas ordenanzas no las hemos encontrado, solo tenemos constancia de las últimas que se realizaron a través de este libro, y muy pocos datos sobre ellas, aunque sí hemos recopilado varios capitulados.
Pese a que no hay que perder la esperanza, hemos recogido cierta información en el acta de la visita al Monasterio de San Pedro de Arlanza, realizada por el General de la Congregación de San Benito de España e Inglaterra, fray Gabriel de la Riba Herrera, el 2 de marzo de 1644, que nos desalienta un poco, y que dice así:
Ítem por cuanto en la visita antecedente mandamos sacar y recoger los papeles y escrituras del Priorato de Santa Inés que por negligencia y descuido estaban casi perdidos y consiguientemente con ellos la hacienda de dicho priorato y mucha de esta casa, y de esto se consiguió y ejecutó: para que de aquí adelante por semejante descuido no se de en otro tal inconveniente. Mandamos al padre Abad que es o fuere pena de privación de su oficio que no consienta que papel alguno de escritura que se actuare en aquél Priorato se saque de allí sino que se guarde en el oficio de escribano que allí tiene la casa y se traiga un tanto al archivo. Archivo Histórico Nacional. Sección, Clero secular-regular. Leg.: 1358. Residencias y visitas S. XVI-XVII.
Esperemos, que entre esos papeles no se encontraran las ordenanzas y que algún día aparezcan.
Antes de seguir adelante, hemos de recordar, que la potestad de ordenanza correspondía tanto a los Reyes como a los Concejos, y si eran de jurisdicción señorial, correspondía al Señor, pero siempre, como delegación del Rey. En realidad estas potestades no eran excluyentes entre sí, pero prevalecía la jerarquía. Así pues, en los casos de señorío, la autonomía del Concejo existía, aunque mermada, y siempre que el Señor respetara la costumbre; o bien, ejerciéndola a través de pactos. Esto último parece haber sido una práctica de los monjes, pues hay constancia de que cuando los Abades iban a residenciar, en algunas ocasiones se firmaron estatutos y convenios entre ambas partes.
Las Ordenanzas son aprobadas por el Abad, que tiene la potestad de añadir algún capítulo cuando lo considere necesario. Las Ordenanzas que, en estos momentos tenía Santa Inés, según nos dice el libro, fueron hechas por el Abad fray Pedro de Aguilar y confirmadas y autorizadas por él mismo en los años 1577 y 1581 y después confirmadas, sucesivamente, por varios Abades. La referencia que a su contenido hace es muy breve, aunque sí podemos decir que en alguno de sus capitulados se establecían penas por incumplimiento y que en otros podrían llegar a regular ciertas actividades concretas. Pero lo mejor es leer el comentario que hace el Prior a su respecto, para hacernos una idea más clara:
La variación de los tiempos ha hecho que necesiten de reforma varias ordenanzas, mayormente las pertenecientes a penas o castigos que deberían aumentar. Sería bueno tener en el Monasterio un tanto autorizado de dichas Ordenanzas. Se debe velar y poner cuidado en que se cumpla la ordenanza que manda, que ningún vecino salga a cazar en día de trabajo, por lo mucho que con este vicio pierden los labradores en sus haciendas y también en la salud, por quedarse de noche a esperar en el monte, lo que han procurado remediar varis veces los Abades de Arlanza.
Si damos crédito a lo que el Prior pide, hemos de deducir que las penas del siglo XVI no eran, de ningún modo, excesivas, puesto que dos siglos después, pide su aumento (cuando y como el mismo dice: “dada la variación de los tiempos”. Sin embargo, ya tan avanzados en época moderna, parece que la lógica nos dicta que las penas deberían ser menos exigentes) De todas formas, parece obvio, que se ha atenido a la costumbre (que por otra parte, podría estar relajada), más que a las propias Ordenanzas, por cuanto pide tener una copia de ellas.
El último punto del párrafo se refiere a la caza. Hay que tener en cuenta dos cosas: primero, en lo que se refiere a los vecinos, hay que decir que era un buen complemento a una economía de subsistencia. Estas prácticas, se extendieron hasta bien entrado el s. XX (agudizándose, junto con la pesca en el río Arlanza, durante la postguerra), siendo una fuente de ingresos para el pequeño campesino. Jabalís y venados, hoy es el día, que bajan hasta los pueblos de la zona, sobre todo en invierno, y aunque no son frecuentes, tampoco raros, los sustos, cuando no los accidentes, en la carretera que une Lerma con Covarrubias, en la que se sitúa nuestro pueblo de Santa Inés. Cualquiera de estos animales proporcionaría comida durante una buena temporada a cualquier familia y si se podían vender los excedentes, mucho mejor.
En segundo lugar: tanto la caza como la pesca, no hemos de olvidar, que no eran libres, estaban bien reguladas por leyes desde el propio Estado. Sabemos, que desde antiguo había leyes, que por ejemplo, prohibían la caza en los meses de marzo, abril y mayo, por la cría. Regulaban el tipo de útiles de caza en tiempos de nieve… y preveían a los Concejos para que hicieran ordenanzas sobre ello. Así, no es de extrañar que el Prior aluda al cumplimiento de éstas (pues en las ordenanzas de Santa Inés seguro, que no podían faltar), y quiere con ellas, atajar “el vicio” de la caza nocturna en días de trabajo. No obstante, el cumplimiento de esta ordenanza es algo que preocupaba sobremanera a los monjes, cuando veamos cómo se hacían las residencias, veremos que en el interrogatorio no faltaran preguntas a este respecto.
Otros puntos de estas ordenanzas, según el Libro, son:
Tiene así mismo el Abad de Arlanza la regalía de nombrar Alguacil o Ministro de Justicia, el que puede poner y quitar siempre que quisiere el Abad por las razones que le pareciere. Y también nombra escribano numerario de la villa.
El Señor de Santa Inés puede traer cada año tres carros de leña de encina, cortada si la hubiere, y sino a buena corta con sola la condición de dar aviso a la justicia de que envía por la leña sin tener necesidad de pedir licencia. Puede también el Prior cortar cabríos y madera en la forma que los vecinos de Santa Inés, pero de la tasación que se hiciese se le ha de rebajar la tercera parte del valor o importe. Puede también el Prior echar a la montanera un cerdo libre y sin que pague nada por él, pero si echare más cerdos ha de pagar según paguen los vecinos del lugar. Todas las cosas que menciona el párrafo constan de una concordia o sentencia arbitraria dada el día diecisiete de abril del año de 1681 por Jueces árbitros y arbitradores nombrados por el Abad de Arlanza fray Antonio Gutiérrez, estando de residencia en esta villa y la justicia y vecinos de Santa Inés. Los Jueces fueron el padre fray Andrés Esteban Prior a la sazón de Santa Inés, Don Miguel Gutiérrez de Carranza cura de la misma villa de Santa Inés, Francisco del Pino Alcalde Mayor, Pedro de Ortega y Pedro Rodrigo Regidores, y Felipe Pérez Pérez Procurador. Todo consta de la escritura original que está en el archivo de Arlanza a continuación de la residencia del año de 1681 por testimonio de Juan Marrón escribano de Covarrubias.
De esta concordia no solo tenemos constancia en este Libro, también lo hemos encontrado en el “Compendio de las gracias, donaciones y privilegios que los Reyes, Príncipes y otras personas devotas han hecho a este Real Monasterio de San Pedro de Arlanza y a sus filiaciones y anexos, como consta de los escritos que se han conservado en su Archivo hasta este año de 1712” [Manuscrito]. Biblioteca Digital Hispánica (A partir de ahora: Compendio de las gracias...) y con una explicación más amplia:
… y el tal convenio se hizo el año de 1681 y está a lo último de la residencia de dicho año. En el cual los vecinos de esta villa movieron cuestión en que el Prior de Santa Inés no había de poder sacar leña de encina, si no es con licencia del Alcalde y Regidores como lo hacían los demás vecinos, ni cortar madera para obra o edificio sin dicha licencia, y que también había de pagar el Prior el herbaje de las cerdas que tuviese en su casa para el gasto de ella. Lo cual se redujo, por excusar pleitos, a decisión de terceros que fueron nombrados, y estos determinaron: que el Monasterio y por él en su nombre los Priores de dicho Priorato y sus criados puedan traer de los montes de esta villa en cada un año por siempre jamás tres carros de leña de cualquier género que sea para el gasto de dicho Prior, hallándolo cortado, y no hallándolo, a buena corta lo puedan cortar sin pedir licencia con que al tiempo que se haya de ir por ellos se ha de hacer noticiosa a la justicia para que sea sabidora, y no haciéndolo sea castigado el mozo que lo trajere. Y en cortar cabríos y maderas haya de guardar el Prior la forma que se tiene con los demás vecinos. Y en la tasación que se hiciere se le haya de rebajar al Prior la 3ª parte que es lo que no se hace con los demás vecinos. Y que el Prior ha de ser libre de un cerdo, y si echare más de uno a la montanera, haya de pagar como pagan los demás vecinos por ellos.
Si bien en ambos libros nos dicen claramente donde se haya tal convenio, no hemos podido encontrarlo. En el Archivo Histórico Nacional, se encuentran archivadas las residencias pertenecientes al siglo XVII y XVIII, pero tanto el acta de la residencia de 1681, como la de 1652, fecha en la que también se reformaron los estatutos no están. De esta de 1652 el Compendio de las gracias… nos dice:
1652. Este año  estando juntos los vecinos de Santa Inés, y el Abad de Arlanza, como Señor del lugar reconociéndole como a tal Señor, hicieron por sí, y por sus sucesores, obligándose a ciertas penas, los estatutos siguientes, entre otros: Primero, que el Alcalde Mayor nombrado por su Paternidad ha de entrar con vara alta de justicia en todos sus concejos que se hicieren, y que cualquiera que lo fuere ha de tener mejor asiento que ningún vecino, como Juez Real. Segundo, que así mismo el dicho Alcalde Mayor, como Juez ordinario haya de recibir y reciba todos los juramentos necesarios a todas las personas de esta dicha villa y guardar sin que otro ninguno pueda recibirlos; por cuanto ninguno tiene jurisdicción ni potestad para hacerlo más que el dicho Alcalde Mayor. Pasa este concierto, que contiene en sus partes, ante el escribano Luis de Camargo.
A continuación, el Compendio de las gracias… nos describe un censo perpetuo (del que hablaremos más adelante), y a renglón seguido del censo, sigue con un resumen de los estatutos que regían en la villa a fecha de 1712, los cuales los recopiló del contenido de las actas de las residencias (los transcribo divididos en puntos para su mayor claridad):
En la información de testigos, que se hace en las residencias, confiesan estos debajo del juramento:
·        El señorío del Monasterio y jurisdicción en lo civil y criminal.
·        Y que como tal pone y quita alcalde a voluntad del Abad que es, o fuere, con causa, o sin ella, y a su albedrío del dicho Abad.
·      Que dicho Abad y señor puede todos los años, o cuando quisiere puede residenciarlos y tomar las cuentas de propios de la villa.
·       Que el Alcalde nombrado por el Abad usa y ejerce el dicho oficio y conoce de todas las causas y casos que suceden y se ofrecen judiciales, criminales y civiles, sin poder haber otro ningún juez, ni Alcalde más que el que nombra dicho Abad, y que dicho Alcalde preside y debe presidir en todas la juntas que se hacen concejiles y particulares prefiriéndose a los Regidores y demás vecinos, con vara e insignia de justicia.
·    Y que dicho concejo y vecinos han pagado y pagan y deben pagar en cada un año a dicho Real Monasterio y sus Abades, de señorío y vasallaje un yantar mayor de comida y cena y lo mismo a sus acompañados y criados, y lo demás necesario para las caballerías, leña y otras cosas.
·        Y tres obrerizas cada año, cada vecino, la una para vendimias, y las dos en lo que les mandaren
·        Y 290 maravedís de martiniega, y cada vecino media fanega de trigo y media de cebada y dos cántaras de vino de furción en cada un año, para los efectos que son llamados
·      Y que el Monasterio tiene el tercio de todos los diezmos de dicha villa.
·    Y más 100 fanegas de pan mitad trigo y centeno de censo perpetuo en cada un año del concejo y particulares que están obligados. (Este es el censo del que hemos dicho que hablaremos en capítulo aparte. El Compendio de las gracias… lo incluye en los estatutos, sin embargo, se trata solo de una operación de carácter contractual, con sus propias clausulas)
·        Que la escribanía de esta villa es propia del Monasterio y provisión de sus Abades y que ningún otro puede ejercer dicho oficio sino el que por ellos fuere nombrado.
·        Ni vecinos particulares, ni el concejo, pueden tomar censo sin licencia del Abad y Señor, ni sacar corteza.
·        Que el dicho Abad y señor nombra todos los años un alguacil que haga las órdenes y mandatos del Alcalde mayor y lo demás de su oficio: el cual quita cuando le parece, con causa o sin ella
·        Que el Monasterio y en su nombre el Prior que pone en esta villa y sus criados han podido y pueden libremente y sin pena alguna traer de los montes de esta villa toda la leña de encina, estepar, roble y enebro para su gasto, hallándolo cortado y no lo hallando cortado lo puedan cortar en donde quiera que lo hallen, haciendo buena corta.
Atendiendo a este párrafo añade:
esto responden los más de los vecinos y testigos, algunos (y en las últimas residencias, casi todos) se remiten al convenio que se hizo en la penúltima residencia. Y el tal convenio se hizo el año de 1681 y está a lo último de la residencia de dicho año… (Está transcrito algo más arriba, cuando hemos hablado de una concordia o sentencia arbitraria de 1681).
Para completar esta recopilación de ordenanzas, tenemos que volver al Libro. Aquí encontramos una explicación más amplia en cuanto al yantar, martiniega… y también encontramos el derecho a pastos:
Por el vasallaje que este lugar tiene al Monasterio y sus Abades paga el Concejo al Abad de yantar 40 reales de vellón. Y de martiniega paga así mismo, al Monasterio siete reales y treinta y dos maravedís. Paga así mismo cada vecino de por sí dos cántaras de vino, si le coge, y media fanega de trigo y otra media de cebada si cogen de estos frutos. Si ha algún vecino pobre, o de corta cosecha, no se le pide, es por modo de limosna o por compasión, no de justicia, y en este caso suele conmutarse la infurción en algún trabajo que el vecino hace a favor del Señor.
Hace el Prior en este lugar como dos vecinos para el aprovechamiento, no solo en los términos de Santa Inés sino también de toda la alfoz de Lerma, lo cual sobre tenerlo ejecutoriado el Monasterio lo practica cuando quiere o le tiene cuenta, de lo cual hay varios instrumentos en el archivo de Arlanza.
Tiene este Priorato obreriza que debe hacer el concejo para la vendimia, si quiere cobrarla el Prior. Son tres obrerizas, una para vendimias y las dos para lo que les mandaren.
Más adelante señala el Libro:
El Monasterio de Arlanza como vecino principal de Santa Inés y señor de su término puede pastar en los términos, no solo de este lugar, sino también en toda la alfoz de Lerma en la conformidad que pastan los de Santa Inés.
Sobre este derecho a pasto en el que llaman alfoz de Lerma, ante la hostigación de esta población, prendando ganado del Monasterio, hay un pleito de 1580, conocido como el de Cabeza Quintanilla, cuya sentencia fue favorable al Monasterio, y cuya litigación y derechos comentaremos más adelante, así como las veces que tuvieron que recurrir a la sentencia porque Lerma no se paró en esta fecha. Pero por adelanto, hay que recordar que Santa Inés es uno de los 12 lugares que tienen acción común en los llamados Bardales y Enebrales.
Hasta aquí, todo lo que de momento hemos encontrado sobre las Ordenanzas de Santa Inés, sin embargo, no hay que descartar aún el encontrarlas, y por supuesto que os las transcribiré, en cuanto las tenga.




viernes, 1 de julio de 2016

MEMORIA DE LAS REGALÍAS QUE TIENE SAN PEDRO DE ARLANZA EN LA VILLA DE SANTA INÉS. LA DONACIÓN



Cenotafio de los Santos Hermanos Vicente, Sabina y Cristeta




Lo primero que encontramos en el Libro, tras la última acta de visita, es una breve introducción que justifica el memorial y a continuación comienza por el principio mismo del señorío: la donación de la villa.

MEMORIA DE LAS REGALÍAS, APROVECHAMIENTOS… QUE TIENE SAN PEDRO DE ARLANZA EN LA VILLA DE SANTA INÉS. LA DONACIÓN

Memoria de las regalías, aprovechamientos, usos y otras cosas favorables, que tienen en esta villa de Santa Ynés el Real Monasterio de San Pedro de Arlanza y sus Abades, como Señores que son de dicha villa. Hecho en cumplimiento del acta de visita que hizo de este Priorato el día veinte y nueve de junio de 1758, que podrá servir de luz para los Monjes que gobernaren este Priorato y Administración.
Aunque en esta introducción no se menciona el nombre del Abad que ordenó el memorial, se trata de Fray Benito Montejo, uno de los Abades más sobresalientes de Arlanza y con cuya visita al Priorato comienza el Libro.

1.- DONCIÓN DE SANTA INÉS
Transcribo el texto íntegro que consta en el Libro pues es un pequeño resumen. He mantenido el subrayado que el Prior hizo. Parece que le interesaba destacar el nombre del Rey donante, del Abad (el más importante de Arlanza), el año de la donación y el nombre de los santos mártires y el lugar desde el que fueron trasladados.
El Señor Rey, Don Fernando el primero, llamado El Magno, donó este pueblo de Santa Ynés con toda su jurisdicción, montes, heredades, etcétera, al Monasterio de San Pedro de Arlanza y a su Abad San García, en la Era de mil ciento, que es el Año de Cristo de mil y sesenta y dos, con la ocasión de haber trasladado al Monasterio desde Ávila, las reliquias de los santos hermanos mártires, Vicente, Sabina y Cristeta. De esta donación, que está confirmada por muchos Reyes de Castilla, provienen originariamente, las regalías y señorío que el Monasterio de Arlanza y sus Abades tienen y han tenido en Santa Ynés.
Estos santos mártires de los que se habla en este resumen de la donación eran tres hermanos huérfanos, naturales de la actual Talavera de la Reina y que sufrieron martirio en Ávila allá por el año 304.
Cuenta la historia que el emperador Diocleciano mandó a España como prefecto a Publio Daciano, con el fin de acabar con los cristianos. El joven Vicente es denunciado como cristiano ante este prefecto, quien ordena le lleven al templo de Júpiter y le haga una ofrenda (posiblemente incienso). Hay quien dice que fue al llegar al templo de Júpiter, otros por el camino, el caso es que una piedra se reblandece y Vicente queda como pegado, dejando en ella las huellas de sus pies y del báculo que llevaba, los guardias se asustan y huyen. Vicente aprovecha, recoge a sus dos hermanas y a su vez, huyen para Ávila. Otra versión habla de que los auspices del templo al ver las huellas de Vicente en la piedra, estiman que es un mal presagio y piden al prefecto que lo encierre tres días para ver si se retracta. Visitado por sus hermanas, estas le piden que escape porque están muy asustadas y necesitan que él las cuide, al parecer son ayudados por algunos centinelas y huyen. Daciano manda a sus hombres tras ellos y en Ávila son prendidos y martirizados. Sufrieron doble martirio: descoyuntamiento en el potro de tortura y aplastamiento de la cabeza entre dos maderas. Según la tradición sus cuerpos fueron depositados en el hueco de una roca. Posteriormente en ese mismo lugar donde fueron arrojados se erigió una basílica. 
Sin embargo en 1062, este templo se encontraba en mal estado y prácticamente abandonado, por lo que el rey Fernando I ordena el traslado de los restos de los santos mártires al Monasterio de San Pedro de Arlanza. Allí permanecen hasta 1835, fecha de la exclaustración definitiva del monasterio, en que son trasladados a la cercana colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, más tarde, pasaron a la capilla de las Reliquias de la catedral de Burgos y posteriormente a su lugar de origen, la basílica de San Vicente de Ávila.


La historia de los santos hermanos la podéis encontrar más completa en Wikipedia y también, en este blog.
La fotografía que da paso a este post es de Elena Pizicato-trabajo propio (dominio público). Wikimedia Commons






Pizicato Elena - Trabajo propio