Villa acogedora, situada en la cuenca sedimentaria del río Arlanza, al pie de la autovía que une Madrid con la frontera francesa. Vecina inmediata de la villa ducal de Lerma, está cercana a otras poblaciones históricas como Covarrubias o Santo Domingo de Silos.
Se asienta sobre una superficie de 24Km e incluye en su término municipal una entidad menor, Tordable (Granja Tordable). Pertenece al partido judicial de Lerma y a la Mancomunidad Ribera del Arlanza y del Monte. En líneas generales es un terreno llano, aunque también, participa de monte. Sus tierras son de mediana calidad, predominando el cascajo: de ahí el apelativo que se le asigna a su gente,"cascajuelos". Está bañada por el arroyo San Bartolomé que nace en un manantial al sur de Otero y desemboca en el Arlanza a la entrada de Lerma. También pisa su término el arroyo Tordable, que nace en los altos de la Quemada y Valdefuentes, se nutre con los manantiales de la Granja Tordable y desemboca en el Arlanza por Santillán.
Sus habitantes se distribuyen en torno a un poblamiento concentrado. La vivienda típica es la casa construida en adobe, normalmente de dos plantas, con pequeñas ventanas para conservar mejor la temperatura interior. Sin embargo, a partir de los años 60, este material se sustituye por el ladrillo. La iglesia es la única construcción realizada enteramente en piedra, aunque las casas más destacadas del pueblo, si bien tienen como material base el adobe, se recubren de piedra, como por ejemplo, la antigua casa del cura.
Actualmente cuenta con 460 habitantes (según datos INE 2013) de los cuales, 248 son varones y 212 mujeres, cifra que se duplica en la época estival, aunque no siempre fue así. A finales del siglo XIX contaba con 1077 habitantes y comenzó el siglo XX con 974, cifra que fue descendiendo paulatinamente, con tres picos acusados, uno de 1910 a 1920 en que se queda con 721, otro entre 1950 y 1960 que pasa de 733 a 615, y el otro entre 1970 y 1980, que pasa de 611 a 476 habitantes. Estos procesos encuentran su principal explicación en la emigración, ese fenómeno que ha marcado a la mayoría de los pueblos castellanos. A principios de siglo la corriente migratoria tiene una tendencia hacia otros lugares de la provincia y hacia el norte peninsular, e incluso alguno se decanta por países hispanoamericanos. Las de las décadas de los cincuenta y los setenta, tuvieron un destino preferente a Bilbao, aunque algunos se decantaran por la capital burgalesa y por Europa.
No obstante la emigración producida, algunos volvieron pronto, aprendieron oficios nuevos o perfeccionaron y modernizaron los ya propios y luego trajeron su saber al pueblo; otros se quedaron en aquellos lugares, pero nunca perdieron su conexión con la tierra que les vio nacer: volvían en vacaciones o cuando se les necesitaba; otros han retornado con la jubilación, a temporadas o ya para siempre, vuelven a sus casas paternas, las arreglan y miman, contribuyendo al embellecimiento del pueblo.